El PP ha comenzado a ponerse nervioso

Pedro Manuel de La Cruz
00:08 • 08 abr. 2018

La celebración este fin de semana de la convención nacional del PP en Sevilla y la “oficialización”- desde hace meses- de las candidaturas de Gabriel Amat, Ramón Fernández Pacheco y Paco Góngora a las alcaldías de Roquetas, Almería y El Ejido- como la de otros candidatos en Andalucía, es un síntoma inequívoco del desasosiego por el que atraviesa el PP andaluz en particular y el partido a nivel nacional en general. 



La elección sevillana confirma que Andalucía es un territorio clave en su estrategia electoral  (que, por cierto, nunca han sabido jugar) y la proclamación, a la carrera, de las candidaturas cuando, todavía, hay que recorrer más de quince meses de travesía hasta las municipales de junio de 2019 no pueden ser valoradas como decisiones alejadas de las perspectivas electorales que pronostican las encuestas ni ajenas a la tormenta de acoso que sufre el gobierno desde el triángulo diabólico de los Presupuestos sin aprobar, el contencioso catalán sin resolver y la premeditada lejanía de Ciudadanos. Si a este triángulo, tan adverso políticamente, le añadimos un escenario mediático, si no en desbandada, sí cada día más alejado a sus tesis, la situación no se compadece con la tranquilidad con la que debe gobernarse un partido que sostiene al Gobierno.



Y, sin embargo, es ahora- y, fundamentalmente, en los meses por llegar- donde el PP va a demostrar su capacidad para gestionar una realidad adversa. Si algo ha demostrado la historia política es que la eternidad es tan efímera que, cualquier circunstancia, puede reducirla a escombros en apenas una semana. Esta es una lección que los políticos, ya sea desde la comodidad del poder o desde la incomodidad de la oposición, no acaban de aprender. Una incomprensión que les lleva casi siempre a no hacer nada o, a lo que es peor, a tomar iniciativas sin saber dónde acaban. El cortocircuito es una estrategia de apariencia tan brillante como oscura de resultados. 



Pedir a los alcaldes que salgan en tromba anunciando sus candidaturas es un acto que demuestra debilidad. No de quienes se presentan, sino de quienes le han pedido que se presenten de forma tan apresurada como a destiempo.



Las perspectivas autonómicas del PP en Andalucía no son buenas. Nunca lo han sido. Salvo en 2012, cuando Arenas se vislumbraba como el sucesor de Griñán en San Telmo, la continuidad del PSOE en el gobierno andaluz nunca ha estado en peligro. ¿Por qué? 



El porqué de ese por qué es un interrogante que nunca han acertado a resolver los populares, de ahí su fracaso continuo. Han ganado elecciones generales y municipales, pero nunca autonómicas (ganar es gobernar, no hay victorias morales como la de Arenas en aquel año).



Las razones de esas -hasta ahora- irremediables amargas noches electorales son, sin duda, muchas. Pero una- y no la menor quizá- es la ausencia de sentimiento identitario andaluz en algunos de sus dirigentes y en muchos de sus militantes. La derecha sociológica nunca ha creído en Andalucía. Al contrario que la vasca y la catalana, no solo no propiciaron la autonomía, sino que la boicotearon entonces y la ningunearon siempre. Esa actitud tiene sus seguidores, muchos, en Andalucía. Pero son muchos más los que asumieron (en el entonces de aquel 28 F del 80) y no aceptarán nunca que los andaluces sean considerados ciudadanos de segunda. 



El PP no está ya y desde hace tiempo en esa actitud reactiva; su comportamiento actual les aleja de la complicidad supremacista pretendida por otros territorios. Pero no acaban de romper con el pasado y han olvidado a Unamuno (quizá porque nunca lo han leído) cuando recomendaba “procurar más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado.


Celebrar convenciones en Andalucía o apresurar la presentación de candidatos visualiza al partido, blinda al líder andaluz y cierra cualquier disputa interna (por cierto, inimaginable en Roquetas y Almería; más discutida en El Ejido por el vértigo judicial de Paco Góngora), pero no pasa de ser una anécdota. Lo importante es el discurso y el relato, dos estrategias que el PP está perdiendo porque no sabe encontrarlas y, si no lo remedian pronto, pueden acabar como el gobierno de Zapatero en sus últimos meses.


Al Gobierno y al PP le ha llegado el momento de enfrentarse a la tormenta y aunque es cierto que ningún mal en calma hizo experto a un marinero, no deberían olvidar que el nerviosismo es un mal compañero para la batalla que están librando. El calor de la convención de Sevilla ha aliviado la herida, pero no la ha curado. El PP sabe que, aunque ha acabado la Semana Santa, su semana de pasión viene de atrás y durará meses en los que un error acabará ensombreciendo diez aciertos. 


Y en errores hay algunos que están haciendo un máster acelerado. Claro que nunca superarán el cum laude de Cifuentes. 


Temas relacionados

para ti

en destaque