Vergüenza europea

Juan Francisco Colomina
00:30 • 13 jun. 2018

Europa fenece. La crisis económica, unida a la social, ha sumido a Europa en una especie de morriña de la que no consigue despertar. El auge de los partidos neofascistas, xenófobos y excluyentes no hace sino mostrar el fracaso de una Europa que se levantó de sus ruinas tras 1945 y en la que hoy día parece despertar fantasmas del pasado. La crisis humanitaria con los refugiados sirios y africanos no hace sino acentuar esta imagen de una Europa acobardada de lo que ha sido y debería ser: un espacio solidario entre países, basados en los Derechos Humanos y con los brazos abiertos hacia quienes necesitan de nosotros la más básica ayuda. 


La foto terrible del “Aquarius” a la deriva con más de 600 refugiados, con Italia cerrando sus puertos y Malta negándose a acoger a más refugiados, es la imagen del fracaso de Europa y de la Unión. ¿Cómo es posible que en los tiempos que corren permitamos que millares de seres humanos se ahoguen en esa fosa gigante que es el Mediterráneo? ¿Cómo es posible que la UE se desentienda de los refugiados sirios pagando un peaje a Turquía, país con un respeto por la libertad y los derechos cuanto menos sospechosa? 


La Unión Europea, y sobre todos los europeos, debemos entender que la frontera es común, que no hay 28 fronteras, y que la responsabilidad de acoger a los refugiados es de todos los países miembros. La política de refugiados europea se ve constreñida ante el miedo del auge de los partidos xenófobos: desde Polonia hasta Francia pasando por el país que más solidario ha sido hasta el momento: Alemania. Más de un millón de refugiados han llegado hasta nuestras fronteras desde 2015 y la recepción que han vivido ha sido, en numerosos casos, decepcionante. Aún retenemos en la retina las patadas de una periodista a un refugiado, el campo de acogida de Moria, los trenes polacos y húngaros trasladando a miles de refugiados, muchos de ellos niños, lejos de su territorio. Europa se ha desentendido de ellos; Alemania se ha replegado ante las críticas de la ultraderecha y fomentó el acuerdo con Turquía para crear una especie de estado-tapón que contuviera a los refugiados sirios. 



Pero el drama no cesa. Hace pocos días perdieron la vida varios subsaharianos frente a las costas españolas, siguen saliendo barcos desde las costas de Libia, pateras desde Marruecos y aún siguen huyendo miles de personas de Siria. ¿Podemos mirar hacia otro lado? ¿Podemos apelar al miedo del “efecto llamada”? ¿A la “desestabilización de las sociedades”? Si Europa es capaz de desestabilizarse por la llegada de refugiados significaría que el proyecto común europeo ha fracaso. La política de “Frontex”, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, ha logrado salvar a miles de vidas pero es insuficiente. La labor de las ONGs es la que está soportando la mayor carga de ayuda a los refugiados y se hace necesaria la cooperación entre la UE y estas ONGs. El gesto humanitario del Gobierno español de acoger a los refugiados del “Aquarius” debe ser el aldabonazo para que Europa tome conciencia definitiva de que el problema no es de Italia, Grecia o España sino de toda la Unión, de todos los países. Se trata de salvar vidas y no de cuotas. Hay espacio y recursos para acogerlos; lo que no ha habido hasta ahora es voluntad política. Quizás sea injusto acusar a Italia de insolidaria cuando ha estado acogiendo a más de 500.000 refugiados sin apenas ayuda europea pero es innegable que la actitud del actual gobierno italiano atenta contra los principios solidarios que la Unión proclama. Ojalá este gesto humanitario del gobierno español se traslade al resto de los países y suponga un cambio de tercio en la política de refugiados. No debemos olvidar que no hace tanto lo éramos nosotros.  






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