Antepongo a cualquier consideración racional la necesidad de inmediato auxilio y el empleo de las medidas adecuadas para el urgente rescate de las personas que se encuentren ante una emergencia en la mar, y que se haga con los medios previstos para ello. Cualquier disquisición, debate o intereses espurios que demoren y esquiven esta responsabilidad es lo más despreciable que puede protagonizar una persona, un gobierno o ideología. No obstante, y por desgracia, estas situaciones que comportan argumentos de solidaridad y heroicidad suelen solaparse con el oportunismo y protagonismo que se aprovecha para beneficio sectario.
El caso de la embarcación “Aquarius” y las 630 personas que lleva a bordo ha generado un problema de conciencia para los ciudadanos de una comunidad occidental, moderna y avanzada (¿?). La inacción o la acción reprobable de algunos gobiernos siempre tiene consecuencias que recaen sobre la población, pero no es razonable que estas circunstancias tengan como protagonista y escenario a la Unión Europea, teórico símbolo de progreso y sensibilidad y cuna de amargas experiencias vividas -esperemos superadas- en contiendas, genocidios y persecuciones.
Acabamos de comprobar que tan legítimo es para un gobierno de la UE rechazar el desembarco de 630 personas en su territorio, como también lo sería abrir las fronteras a todos los inmigrantes que accedan a sus costas. No hay en la práctica una política común sobre este asunto, y cada gobierno adopta medidas aperturistas o restrictivas en función de sus intereses. Independientemente de las consideraciones presuntamente éticas, esta problemática tiene un gran componente estético aprovechado para intereses electoralistas.
Seguro que hay una gran parte de la población italiana que aplaude la decisión de su ministro al no permitir más entrada de inmigrantes/refugiados. Y habrá otra parte de la población que lo detestará por “inhumano y fascista”. Cada país puede tener diferentes puntos de vista sobre la solidaridad, así como las dimensiones o capacidades de aceptación para establecer un criterio de equilibrio sobre los pretendidos niveles de bienestar que se consiguen con el esfuerzo de los impuestos y las normas de general cumplimiento, que podrían quedar comprometidas al superar ciertos niveles demográficos y contributivos.
Volvamos al asunto polémico y mediático. ¿Qué es realmente el “Aquarius”? En principio, es una embarcación de origen alemán dedicada a salvamento marítimo que fue vendida a una ONG francesa y que ondea pabellón de Gibraltar. Se tiene entendido que la citada embarcación se dedica a recoger a las personas que las mafias dejan a su suerte en situación muy precaria con la esperanza de que estas ONG´s se hagan cargo del resto del “trabajo”. Entonces, cabe preguntarse si estas organizaciones, sin quererlo, forman parte de hecho de la trama mafiosa. Otra pregunta es ¿Qué naturaleza de Socorro, Urgencia o Seguridad adquiere una embarcación de estas características? No se trata de una situación de socorro cuando no existe inminente peligro de naufragio. La embarcación nunca estuvo a la deriva, sin gobierno u otras circunstancias que requiriesen auxilio. La urgencia médica surge de la intencionada acumulación de personas que pasan días sin agua, alimentos y medicamentos a bordo. La embarcación no es un hospital flotante, ni está homologada para el rescate o salvamento marítimo, y tampoco está despachada como transporte de pasaje. Llegar a estos extremos de riesgo es una grave irresponsabilidad por parte del capitán que se atribuye lo que le concierne a Salvamento Marítimo, Guardia Costiera o SNSM que cuentan con los medios, dotación y el apoyo necesario para estos casos. En España hay Cuerpos de Seguridad del Estado que interceptan pesca ilegal o tráfico de estupefacientes, pero el mismo Gobierno prepara una fanfarria mediática para abrazar una ilegalidad, con el agravante de poner en riesgo la vida de centenares de personas por organizaciones que juegan papeles que exceden de sus capacidades materiales y legales.
El problema de la inmigración ilegal masiva es un efecto creciente que genera escenarios complejos.
También se produce la paradoja del efectismo. ¿Cuál será el siguiente paso del Gobierno de Sánchez? Pues no sería razonable recibir en Valencia con notable resonancia mediática mientras las concertinas hieren a los que intentan saltar las vallas de Ceuta y Melilla. ¿Cuál será el siguiente paso? ¿Desaparecerán las sirgas y el espino de las fronteras? Otra cosa evidenciaría hipocresía en asunto tan sensible.
En ningún caso es razonable someter a las personas a sufrimiento y riesgo innecesario como se ha procedido decidiendo poner rumbo a España. Una temeridad, teniendo opciones a escasas millas en costas accesibles: Sicilia (Italia) a 30 millas; Malta a 17 millas; Túnez a 190 millas; Grecia a 300 millas… Pero no, se opta por una singladura de 800 millas con temporal de noroeste fuerza 6-7, olas de cuatro metros… en una embarcación atestada y sin las condiciones adecuadas. Desconozco cómo discurrirá este dislate, pero de momento dudo que arribe el “Aquarius” a Valencia en los plazos previstos. A la hora que escribo se encuentra virando al este de Cerdeña, frente a Porto Corallo, obligado a navegar una ruta más larga a resguardo del temporal.
En cualquier caso, el Gobierno español ha dado un primer paso asimilado como generoso y solidario. El problema es cómo se interpretará en las siguientes intentonas que suelen provocar estos gestos nítidamente entendidos como “efecto llamada”.
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