Dirigentes del PP ante las primarias Unidad en público, diferencias en privado

Pedro Manuel de La Cruz
07:00 • 01 jul. 2018

Inquietud. Desgarro. Contradicción. Temor. Cualquiera de estos sentimientos- o quizá, mejor: los cuatro a la vez- son los que inquietan a los dirigentes del PP en Almería ante las primarias que les llevarán, por primera vez, a elegir entre varias opciones quién lidera el partido. He escrito dirigentes y no militantes porque los que van a decidir con su voto serán los 75 compromisarios que asistan al congreso nacional, no los 1600 militantes que han solicitado votar en la “primera vuelta” del próximo jueves. Grave error del sistema inventado por los populares que nadie sabe cómo puede acabar: votan los militantes, pero eligen los compromisarios.


Durante estos días - salvo Matarí, Luis Rogelio, Eugenio Gonzálvez y Carmen Navarro, que se han posicionado a favor de Cospedal-, todos han respondido en primer tiempo de saludo a la sugerencia de Gabriel Amat de que evitaran cualquier pronunciamiento. Pero ese táctico silencio público no oculta la existencia de una discrepancia interna entre los partidarios de Cospedal y los de Soraya y, a más larga distancia, los de Pablo Casado.


El respaldo mostrado el pasado lunes a Cospedal por la dirección provincial se repetirá hoy en la visita prevista por la exvicepresidenta. Aunque cada uno de los dirigentes sabe dónde está, (casi) nadie quiere romper la decisión estratégica de proyectar una imagen de unidad que no ponga en riesgo la solidez del partido. La desorientación provocada por la salida del Gobierno podría convertirse en descomposición si la batalla por el poder se traslada a las provincias en una lucha sin cuartel en la que no habría vencedores porque todos acabarían perdiendo.



El PP tiene el pecado original de ser un partido piramidal y jerarquizado y estas dos circunstancias, tan cesaristas, se convierten en desamparo cuando el César desaparece de la escena y es la dirigencia la que se ve obligada a elegir sin tutelas. El partido mayoritario en el Parlamento y el que cuenta con más afiliados numéricos no estaba preparado para un escenario como el que les ha sobrevenido en las últimas semanas. Acostumbrados a obedecer, ahora son ellos los que deben elegir quién les va a mandar en los próximos años. 


¿Por quién se decantarán los almerienses? Nadie lo sabe. 



Para los partidarios de Cospedal, Soraya Sáez de Santamaría ha mantenido siempre una actitud distante con el partido, alejada intencionadamente de las incomodidades judiciales de estos durísimos años. Ven en ella un cierto elitismo; un indisimulado desdén por la vida orgánica, una lejanía premeditada de Génova. Ha vivido el Gobierno, pero no ha vivido el partido. Además, admiten en privado que su llegada podría alejarlos de las próximas listas electorales si lleva a la práctica, como proclama, una renovación controlada, un cambio sin ruptura para el que algunos nombres dejarían de contar.

En la otra acera, los partidarios de la exvicepresidenta- entre los que se encuentran algunos alcaldes de amplio espectro electoral (¿Almería, El Ejido?) parlamentarias y dirigentes jóvenes cansados de la inmovilidad de la jerarquía orgánica (¿Carmen Crespo, Aránzazu Martín?) censuran a Cospedal su dejación, como secretaria general, en el diseño de una estrategia política de partido. Génova, dicen, no ha existido; es verdad que ella ha dado la cara, pero no siempre bien y no siempre a tiempo. Además, tiene una mochila “tan negra” (copio la expresión de alguien que le gustaría votar a Pablo Casado) que no están seguros de que pueda sobrevenirles un nuevo tsunami político y mediático.



Con todo, lo que unos y otros buscan desesperadamente es no abrir heridas de imposible cicatrización. Votarán a una o a otra (Casado tendrá menos apoyos; en principio, que el voto secreto está cargado de dinamita), optarán por Cospedal o Soraya, digo, pero sin excesiva convicción. En lo que sí están de acuerdo es dar su respaldo mayoritario a Íñigo de la Serna como secretario general. El problema es que, como escribió Heráclito, nadie se baña dos veces en el mismo río y, como demuestra la guerra política, nadie está en dos trincheras a la vez.


Los dirigentes del PP están viviendo estos días sus Semanas de Pasión. Y lo que más les une es el deseo de que, en la hora crucial del congreso del 20 y 21 de junio, el acuerdo les evite el trago amargo de un cáliz que nunca desearon beber y para el que la historia de su partido no les había preparado.    



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