La calle ancha

Un coctel entre la calle Reyes y el Paseo suele ser la Calle Ancha. Muchas ciudades y pueblos de nuestra geografía tiene una, si bien dependiendo de la región donde se ubique tendrán un ambiente u otro. 

He visto calles anchas de destino turístico (ej.: León) y calles anchas bulliciosas como suelen ser la mayoría de las existentes en Andalucía, especialmente en la occidental. Estas combinan a la perfección las características de los paseos y calles reyes, por eso en las ciudades donde existen normalmente no tienen ninguna de estas dos últimas. 

Las calles anchas suelen ser peatonales y sin servidumbre de paso de vehículos a garajes, los edificios de las mismas, por su antigüedad no albergan parking, y los portones por donde antiguamente entraban los carruajes, no se han habilitado para los nuevos carros. Comercios selectos y de saldo, sucursales bancarias, cafeterías, bares, heladerías, conviven en amigable armonía a los que dan vida los transeúntes que van de compras, negocios o simplemente a pasear y tomar algo en una de las terrazas.

Todas tienen su encanto y es un placer pasear por ellas, pero si alguna es especialmente sensible para mi es la Calle Ancha de Cádiz, entre la Plaza del Palillero y la Plaza de San Antonio, es muy ancha pero no muy larga, tiene la Plaza Mina a cuatro pasos, desde ésta, atravesando la Calle Zorrilla, en un instante llegas a la Alameda de Apodaca, con la entrada a la Bahía, y al fondo, en el otro lado, el Puerto de Santa María y Rota. Si miras el horizonte en el Atlántico y tienes muy buena vista, puedes adivinar las costas de América.

No sé cuantas veces habré pasado por la Calle Ancha de Cádiz, pero hay un paseo por ella que jamás olvidare. Tomando un helado y con la inseguridad de los primerizos, entre las seis y las siete de la tarde de un 26 de mayo, mi mujer y yo la atravesamos dirección a la Calle Feduchy para que viniera al mundo la niña de mis ojos, y esa noche en torno a las diez y media se presentó.