Todavía no ha cumplido sus primeros cien días de mandato, esos que sirven a los medios y a la opinión pública para poder, dicen, juzgar ya con alguna perspectiva lo que ha hecho y no ha hecho un Gobierno, pero ya Pedro Sánchez se ha encaramado al podio de las encuestas. Una tras otra, sitúan al Partido Socialista liderando claramente la intención de voto de los españoles, ahora con el Partido Popular a la zaga y Ciudadanos y Podemos patentemente distanciados de lo que algunos, precipitadamente, podrían considerar un retorno del bipartidismo.
No sé si es tanto el ‘efecto Sánchez’ cuanto lo que ha ocurrido y está ocurriendo en las demás formaciones: el PP acaba de salir de un terremoto interno de gran calibre, pero parecería -seamos cautos_ que con Pablo Casado se remonta la intención de voto; Ciudadanos, que lideraba las encuestas hace dos meses, parece haber entrado en la atonía, tras haber gestionado mal, muy mal, su cuarto de hora de protagonismo demoscópico. Y, en cuanto a Podemos, circunstancias personales de su líder -en las que acompañamos su esfuerzo_y una serie de errores sin cuento de los ‘segundos escalones’, hacen que cunda la impresión de que la formación morada está destinada a convertirse en un ‘fiel (¿?) aliado’ del PSOE para las aventuras ‘de las izquierdas’, entre ellas esa rumoreada subida de impuestos, que, confiemos, sea gestionada con mejor tino que la crisis televisiva, el autobombo con el ‘Aquarius’, lo de la gasolina Diesel o lo del mausoleo de Franco. Sí, porque, típico en este país nuestro, a veces tan superficial, Sánchez se beneficia en los sondeos no solo de la insoportable levedad del ser de los demás, sino de sus propias campañas de imagen. Puede llegar a convertirse en rehén de sus propios asesores en la materia, que constantemente parecen proponerle cosas que, disipados los humos del fuego de artificio, quedan luego en concreción cero. Pero ya hemos visto, y al propio Albert Rivera me remito, lo que vale ganar una etapa en la montaña de la demoscopia: te pueden birlar el maillot amarillo en un descenso arriesgado, casi suicida, si ese descenso, claro, sale bien y no te estrellas en la cuneta.
Llevo ya algunos años realizando encuestas y sé que no son ninguna ciencia matemática. Una vez más, a Pedro Sánchez, a quien, en medio de las críticas, hay que reconocerle algunos pasos acertados -vamos a ver lo que ocurre con el ‘diálogo’ con el secesionismo catalán: este viernes puede ser importante o catastrófico_ habría que recomendarle que, como los aurigas vencedores en el coliseo romano, se haga preceder por alguien que le espete ‘recuerda que eres mortal’. Lo que ocurre es que a ver quién se atreve, con lo crecido que está nuestro presidente a golpe de ganar en las encuestas.
Pero ni la guerra del PSOE está ganada, ni el bipartidismo ha vuelto para quedarse: de esta solo saldremos, en un futuro no lejano, con un Gobierno de coalición, de centro-derecha o de centro-izquierda. Que elijan Sánchez, Casado y Rivera por dónde quieren circular en los meses, tan importantes, que nos vienen.
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