Fui uno más de los casi cuatro millones de españoles que sintonizamos la 1 de TVE para ver el programa estrella de la noche: “Lazos de Sangre” que estuvo dedicada a la familia Flores, es decir, a quienes integraron el núcleo de las personas que formaron parte de la vida de la irrepetible Lola Flores.
Hace un año publique un artículo a propósito del ultraje que hicieron de su figura instalada en el cementerio de la Almudena, en Madrid, donde unos malnacidos racistas pintarrajearon su figura.
Hoy quiero detenerme en hablarles de la familia gitana porque la institución de la familia es para nosotros el eje a través del cual discurre toda nuestra vida, desde que nacemos hasta que se acaba el viaje por esta parte del mundo.
Una minoría visible Durante varios años fui el representante del gobierno español en la Comité Consultivo contra el Racismo creado por los presidentes europeos Françoise Mitterrand, Helmut Kohl y Felipe González. Celebrábamos reuniones de gran calado los 15 miembros que la integrábamos. Uno por cada uno de los Estados que entonces formaban la Unión Europea.
Durante los tres años que duró la existencia de aquel Comité participé en la creación del Observatorio europeo contra el Racismo y la Xenofobia, que fijó su sede en Viena.
Hoy quiero resaltar que establecí una magnífica relación con la representante del Reino Unido, una señora de origen indio y miembro de la Cámara de los Lores de su país. Un día, en una conversación me dijo:
-Señor Ramírez-Heredia, usted tiene la suerte de pertenecer a una minoría visible.
Sorprendido por tan insólita afirmación le pregunté qué quería decir con ello.
-Muy sencillo -me respondió-. Hay minorías que sufren tanto como ustedes los gitanos, pero que no son percibidas por la sociedad. Pienso en las minorías religiosas, en las minorías sexuales, en las lingüísticas, en las culturales… Existen, pero nadie las reconoce. A ustedes, los gitanos, se les identifica en cualquier parte del mundo. Y eso es una suerte.
Durante mucho tiempo pensé en lo que me decía y terminé por darle la razón, sobre todo cuando pensé que en mi tierra andaluza hay mucha gente que dice: “A los gitanos se les conoce hasta por “la jechura de andá”. Y es verdad.
Trato diferente Todas las asociaciones gitanas se han manifestado activamente contra el nefasto programa de TV titulado “Palabra de Gitano”, igual que lo han hecho, aunque en menor medida, contra otro programa panfletario llamado “Gypsy King”. No insistiré en la denuncia que hacemos hacia quienes ofrecen al público imágenes y comportamientos que aun siendo estrictamente personales, se muestran como paradigma de toda la comunidad gitana.
Acabamos de ver “Lazos de Sangre” dedicado a la familia Flores y queremos manifestar que nos ha encantado. Con todas las personas que he hablado, gitanos y gitanas especialmente, coinciden en manifestar su complacencia porque, al fin, han podido ver en TVE un programa que no solo nos deja en buen lugar sino que ofrece una visión equilibrada y justa de aspectos muy importantes de la cultura gitana.
Alabo el esfuerzo que ha debido realizar Carmen Delgado, directora de la serie, así como Alberto Maeso, director de “Amigas y conocidas”, sin olvidar a Inés Ballester, conductora del coloquio que siguió a la proyección de este segundo capítulo de la serie. Todos ellos cumplieron magníficamente su cometido y a todos ellos debo transmitirles en nombre de la Unión Romaní -y creo que en nombre de los 750.000 gitanos españoles- nuestra felicitación y agradecimiento.
Lazos de Sangre He dicho al principio que quería aprovechar este espacio para decirles que el primer mandamiento de la llamada “Ley Gitana”, si esa fuera una ley escrita, estaría redactado, más o menos así: Artículo primero: La familia es el fundamento en el que se basa la Ley Gitana.
Me concederá el lector amable que un enunciado como el que acabo de redactar puede y debe tener una exégesis profunda y contrastada. Hasta nuestra Constitución tiene un Tribunal que la interpreta. ¿Cómo no había de tenerlo también una Ley no escrita, que es consuetudinaria por su propia esencia?
Digo todo esto porque, sin ellas saberlo, las periodistas que han acompañado a Inés Ballester en el coloquio que ha seguido al documental han realizado una verdadera exégesis del primer artículo de la ley gitana que les acabo de ofrecer. Destaco el profundo conocimiento que tiene Beatriz Cortázar de las costumbres gitanas. O la rotundidad con que Isabel San Sebastian ha descrito los lazos indestructibles de esta familia gitana.
Y me reservo poner punto y aparte a este comentario sin resaltar el papel de periodista excepcional que tuvo mi admirado Hilario López Millán. Hilario ha ganado con el tiempo. ¡Cómo he disfrutad “Lazos de Sangre Gitana”. Más que un programa de TV ha sido una lección práctica de antropología cultural.
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