Millones de españoles emprenden este fin de semana la llamada "operación retorno" que no es si no el final de las vacaciones, el regreso al trabajo y el inicio del curso escolar. Todo normal, otro año más... Lo peculiar es que este curso, políticamente convulso por el inesperado cambio de Gobierno, tiene todas las tareas pendientes.
Al margen de los previsibles atascos y la ya habitual subida de los combustibles de todos los septiembres, el regreso a casa se realiza con la inquietante amenaza para algunos de una nueva subida del impuesto sobre las rentas del trabajo.
La necesidad de recaudar más para revertir los efectos de la crisis va a recaer al final sobre los de siempre: los asalariados. De momento, todo son globos sondas de: "se está estudiando", "es una exigencia de Podemos para apoyar los presupuestos"... Pero, de subir el IRPF a los que ganan más de ciento cincuenta mil euros ahora se habla de gravar las rentas superiores a sesenta mil.
Es decir, la sufrida clase media, que ha perdido con la crisis gran parte de su poder adquisitivo y que empezaba a notar una cierta recuperación salarial, ve otra vez caer el hacha sobre su cabeza. Ya se veía venir, ante la resistencia de las grandes empresas, bancos y tecnológicas a aumentar su participación al fisco, que al final iban a ser los contribuyentes, sujetos al IRPF y a quien Hacienda tiene tan bien controlados: los paganos.
Va a resultar paradójico que un partido (si es que se le puede llamar partido) independentista como el PDCAT, cuyas únicas iniciativas en el Congreso de los Diputados van encaminadas a defender el "procès", sea quien ponga freno a la propuesta de PSOE y Podemos, ya que sin sus votos la iniciativa no saldría adelante.
Por lo demás, desde los presupuestos hasta la exhumación de Franco, la desautorización del ilegal sindicato de las prostitutas, el plan de reparto de los inmigrantes llegados en patera y todas las reformas legislativas propuestas, están en el aire ante la precariedad parlamentaria del Gobierno. Lo que no hace descartable un adelanto electoral. Es por eso que este otoño se presenta con mayor incertidumbre que los anteriores y que hablar de la subida de los libros de texto escolares, que tanto preocupa a los padres en estas fechas, se convierta casi en anecdótico.
Porque el verdadero problema del Estado, a día de hoy, es la ruptura social en Cataluña y la pretensión de la presidencia de la Generalitat bicéfala --Puigdemont/Torra-- de incitar un otoño caliente para mantener alto el animo de sus votantes.
Pedro Sánchez ya ha enviado el primer aviso, matizado después por la portavoz (las matizaciones, desmentidos y correcciones empiezan a ser habituales con este Gobierno). Por lo que no es descartable otra vuelta al 155, coincidiendo con el arranque del juicio a Oriol Junqueras y el resto de procesados. Además de los enfrentamientos callejeros por los lazos amarillos que pueden acabar en un disgusto.
Por todos estos motivos, la vuelta a casa, al trabajo y al colegio, da este año mucha más pereza de lo habitual.
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