La carta de Ángel y Patricia lamentando que la imagen del pequeño Gabriel sea exhibida junto a las de otras víctimas para exigir “Justicia Ya” desde el escenario de un concierto de Andy y Lucas sin habérselo comunicado y sin contar, por tanto, con su autorización, ha levantado una tormenta de opiniones en el, demasiadas veces, vertedero de las redes sociales. Hasta uno de los protagonistas -Lucas- ha respondido de forma airada a la petición educadísima de un padre y una madre que lo único que quieren es que, cuando alguien decida utilizar la imagen del pequeño con objetivos políticos, se les pida permiso.
El territorio comanche de las redes es tan amplio que la genialidad, la originalidad o la basura comparten pantalla separados solo por la distancia efímera de un clic.
Mi capacidad de sorpresa, aunque viva, es cada día más reducida y no es la estupidez un comportamiento que encuentre un campo abonado en mi agenda de asombros. Pero hay actitudes que alcanzan tan alto grado de imbecilidad que llegan al paroxismo. No de otra forma puede entenderse que algunos tuiteros o facebooqueros de guardia cultiven cada día su obsesión por exhibir, ante la tragedia ocurrida en febrero en el campo de Níjar, un dolor tan inmenso como falso que, en algunos casos, pretende aparentar ir más allá del que padecen quienes más amaban a Gabriel.
Pero, lo peor de tanta exhibición y tanta desmesura, es que, tras la literalidad de algunos gestos y muchos mensajes, lo que se oculta, lo que de verdad se esconde, es el cinismo de disfrazar bajo la estética del lamento solidario la promoción de una demanda juridicopolitica.
¿A qué viene exhibir una camiseta con el lema de “Justicia ya” para unos crímenes que han sido juzgados o están, como en el caso del pequeño Gabriel, en trámite de serlo?
No voy a poner en duda la buena intención de los músicos gaditanos, no los conozco; allá ellos con los motivos que propiciaron su decisión y con su conciencia. De lo que no tengo duda es de que el texto del mensaje es el pretexto para defender, en el contexto de la política, la inclusión en el Código Penal de la prisión permanente revisable que familiares de algunos de las victimas que aparecían en la camiseta y algunos partidos políticos, vienen, legítimamente, reclamando.
Pero tan en su derecho están unos en apoyar la inserción de la imagen de sus hijos en esa camiseta y con esos fines, como otros en pedir, educadísimamente, que antes de utilizar la foto de sus hijos se les diga para qué y se les solicite su autorización.
El dolor de Patricia y Ángel debe doler tanto que solo desde la maldad, la insensibilidad o el exhibicionismo, alguien puede caer en el pecado de perturbarlos en su traumático viaje de regreso a una normalidad ya irremediablemente imposible.
Patricia y Ángel tienen todo el derecho del mundo a vivir su duelo en silencio y su ira en casa. Con la misma legitimidad que otros padres optan por difundir testimonios mediáticos permanentes con la pretensión de que no se olvide lo sucedido o para alentar medidas que dificulten que vuelvan a suceder tragedias similares, los padres almerienses han optado por que su “pescaíto” navegue en el mar inmenso y cálido de los afectos y no en el espacio tribal y oscuro de los intereses partidistas. Es su decisión y solo merece respeto.
Dejémosles llorar su pena y su desgarro en la sosegada soledad de sus corazones. Gabriel despertó en millones de personas el sentimiento solidario más puro y sincero. Que nadie, por torpeza, maldad o interés provoque, en quienes más lo quisieron y más lo siguen queriendo, la injusticia de un vómito de palabras que, pretendiendo curar, solo hacen más profunda la herida.
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