Kayros
21:05 • 30 ago. 2011
Prosiguiendo con el enigma me tropiezo con una frase del vicesecretario de comunicación del PP, González Pons, quien dice que su partido no incluirá en el programa electoral el impuesto a los ricos. Normalísimo. De una evidencia que espanta. Lo contrario sería la revolución, la guerra civil ganada por las izquierdas, la ruptura en la transición en vez del consenso, el paraíso social, la sociedad sin clases, en fin… la carabina de Ambrosio. El propio PP reconoce que quien paga impuestos son las clases medias, los ricos siempre encuentran alguna chapuza jurídica para salirse por la tangente, por tanto no se molestan ni siquiera en hacer demagogia. Así son de claros estos tíos del PP. En Francia y ahora en Alemania hasta los plutócratas más podridos de dinero se han dado cuenta de que es un escándalo no colaborar con las crisis capitalista. Ellos mejor que nadie saben lo que puede perderse. Pero aquí, je, je, aquí somos algo más duros, ¿quién se atreverá a robarle la siesta a Mariano? Como decía aquel monje de la Trapa sobre la costumbre cuaresmal de comerse un cochinillo antes de entrar en el ayuno severo. Había monjes que morían del hartazón, sin embargo el superior les animaba a tragar: siga la costumbre tumbe al que tumbe. Quienes lo tienen chungo son los socialistas obligados, por un lado, a llevar a cabo su programa de avances sociales, y por otro, sintiéndose incapaces ante la revolución pendiente que todavía pende desde Franco. El caudillo hizo una guerra para devolverle a los ricos todos sus antiguos privilegios. Por cierto ¿para cuándo una ley de IRPF donde todo el mundo pague a razón de lo que ingresa? Se hace muy difícil entender el cambio que quiere introducir el PP en la sociedad española en cuanto pise la Moncloa. Así como se muestra demasiado tradicionalista y de las JONS en cultura (tauromaquia, flamenco, romerías, procesiones), cabe pensar que lo mismo hará con la cuestión social. Contención de salarios, despido casi libre, mano abierta al capital. En definitiva la vuelta a una política feudal después de que cayeran todas las torres de los castillos medievales.
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