Las imágenes de las olas del mar, en la Isla de Tenerife, arrancando balcones, impresiona y sobrecoge a pesar de saber lo que ocurre: el mar reclama el espacio que le fue arrebatado, es así de sencillo, por lo que urge pararnos a pensar qué está ocurriendo en nuestra casa común. Y ante esta reflexión, desde la Ecología Política, hay un posicionamiento claro en cómo afrontar los límites naturales del crecimiento y nuestra relación con otras especies que también habitan en nuestro planeta.
Escribe el Papa Francisco en Laudato si: “Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesa y nos impactan a todos.” Vivimos inmersos en un ritmo que es parte de los problemas de la dinámica de los sistemas. En cambio la naturaleza tiene otros ritmos, más lentos y de los cuales cada vez estamos más desvinculados.
El ser humano se cree en supremacía sobre la naturaleza y esta idea forma parte de nuestra tradición. El antropocentrismo concibe que lo humano es diferente de lo no humano, e incluso considera a la naturaleza externa a la humanidad, creyendo que con base tecnológica podremos dominarla.
No hay crecimiento infinito, existen los límites naturales e incluso cada año, en lo que mal llamamos primer mundo, lo rebasamos varias veces, por lo que hay que redefinir los conceptos de progreso, crecimiento, etc. La economía debe de ser mirada bajo un nuevo prisma como el de la Bioeconomía, proponiendo la construcción de una sociedad sostenible y cooperativa, desde el bien común y un desarrollo humano, sostenible e integral, en el que puedan coexistir todas las especie del planeta.
A pesar de haber rebasado los límites, cada año, del planeta, no hemos resuelto el problema de la pobreza. ¿Nos hemos parado a reflexionar sobre estos límites del planeta? ¿Hay energía ilimitada y de recursos utilizables? ¿El planeta se regenera de manera inmediata? La Tierra tiene limitados los recursos, la absorción de la contaminación y la capacidad para soportar una carga de población. Tenemos que tomar conciencia y atrevernos a convertir el sufrimiento de todas las especies silientes y sintientes y reconocer cuál es la contribución que cada persona podemos hacer porque no pueden estar subordinadas al ser humano. El plástico se ha convertido en la gran amenaza del ecosistema marino, según el informe de la FAO sobre la presencia de microplásticos, matan a más de un millón de pájaros y unos 100.000 mamíferos marinos al año.
Cada año tiramos suficiente plástico como para rodear la Tierra cuatro veces, y hemos producido más plástico en los últimos diez años que a lo largo de todo el último siglo. España recicla menos del 30% de todo el plástico, según Zero Waste Europe 2016, y se generan 2.151 kilotoneladas (miles de toneladas) de plásticos anualmente, de los cuales 34% son reciclados, 17% son valorizados energéticamente (se queman con la consiguiente contaminación atmosférica), y el 49% acaban en el vertedero, según Cicloplast 2016. Y estos plásticos de una u otra manera, aún no se sabe muy bien, acaban en nuestros órganos vitales.
Os propongo parar y mirar qué consumismos y preguntarnos: ¿Y nosotros qué podemos hacer a nivel individual? Pequeños gestos, como: no consumir plástico, reciclarlo de manera correcta, saber qué cosméticos usar, no tirar basura en playas o aguas o informarse respecto al pescado que se consume pueden marcar la diferencia. El mar nos está indicando el camino.
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