Luis del Val
22:38 • 12 sept. 2011
Se me antoja raro que ninguna autonomía haya pedido las transferencia del Ejército a su región o nacionalidad, porque negociados más complejos se han transferido. Por ejemplo, parques naturales que se asientan en dos o más demarcaciones autonómicas, como si los abetos y los caducifolios supieran de límites administrativos. Así sucede que, en caso de incendio, no se sabe a qué bomberos avisar.
La Constitución señala que todos los españoles somos iguales, sin distinción de raza, sexo o creencia pero eso cambia si el español está enfermo. Un español enfermo, macho o hembra, a pesar de que la misma Constitución sanciona la libertad de movimientos puede ser sancionado si se acoge a ese derecho y, estando empadronado en Zaragoza, decide ir a pasar unos días de vacaciones, pongamos que a Salou. El ayuntamiento de Vila-seca en particular, y la Generalitat de manera implícita, en general, agradecen al zaragozano que gaste su dinero en Cataluña y ayude a sostener uno de los sectores tan importantes como el turismo. Pero si el bienvenido zaragozano, a la hora de gastar, acude a la farmacia más próxima, o a cualquiera de las de provincia de Tarragona, no le facilitarán la medicina, a no ser que la pague de su bolsillo.
La bulimia autonómica reclamó la transferencia de algo tan escasamente autonómico como es la salud, y ahora los gobiernos taifas deciden a quien socorren y a quien no, en ese ejercicio del disparate en el que nos hemos asentado, no solo por los avidez crónica autonómica, sino también por la anuencia, el descompromiso y la complacencia de todos. Si en Cataluña prefieren a un cirujano regular que hable catalán a un excelente cirujano que hable castellano, y lo consienten los posibles damnificados, allá ellos, pero la discriminación anticonstitucional es un disparate que subraya el desvarío y la necedad que estamos consintiendo.
La Constitución señala que todos los españoles somos iguales, sin distinción de raza, sexo o creencia pero eso cambia si el español está enfermo. Un español enfermo, macho o hembra, a pesar de que la misma Constitución sanciona la libertad de movimientos puede ser sancionado si se acoge a ese derecho y, estando empadronado en Zaragoza, decide ir a pasar unos días de vacaciones, pongamos que a Salou. El ayuntamiento de Vila-seca en particular, y la Generalitat de manera implícita, en general, agradecen al zaragozano que gaste su dinero en Cataluña y ayude a sostener uno de los sectores tan importantes como el turismo. Pero si el bienvenido zaragozano, a la hora de gastar, acude a la farmacia más próxima, o a cualquiera de las de provincia de Tarragona, no le facilitarán la medicina, a no ser que la pague de su bolsillo.
La bulimia autonómica reclamó la transferencia de algo tan escasamente autonómico como es la salud, y ahora los gobiernos taifas deciden a quien socorren y a quien no, en ese ejercicio del disparate en el que nos hemos asentado, no solo por los avidez crónica autonómica, sino también por la anuencia, el descompromiso y la complacencia de todos. Si en Cataluña prefieren a un cirujano regular que hable catalán a un excelente cirujano que hable castellano, y lo consienten los posibles damnificados, allá ellos, pero la discriminación anticonstitucional es un disparate que subraya el desvarío y la necedad que estamos consintiendo.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/16530/desbarajuste-sanitario