Fermín Bocos
22:07 • 13 sept. 2011
Cuando no hay harina, todo es mohína.... o despedidas. La lista de personajes, ministros o ex ministros que han decidido no acompañar a Pérez Rubalcaba en su viaje hacia la oposición crece. A los José Bono, Elena Salgado, Carmen Calvo, Miguel Sebastián o Cristina Garmendia se une Ángel Gabilondo. El todavía ministro de Educación ha declinado ir de segundo en Valencia.
A un "feo" de parecida naturaleza se opuso Carmen Calvo, ex ministra de Cultura, cuando trascendió que Rubalcaba prefería a Rosa Aguilar de "número uno" por Córdoba. Calvo, que no suele morderse la lengua, ha dicho que no había olvidado las acometidas de Rosa Aguilar cuando estaba en la oposición. Mala cosa la memoria porque hablando de Rosa Aguilar es seguro que más de un votante socialista cordobés se acordará de cuando la señora Aguilar, a la sazón portavoz de IU en el Congreso, intentaba desacreditar a Felipe González, presidente del Gobierno del que Rubalcaba era portavoz. Pocos políticos resisten el "test" de coherencia. Sobre todo si han hecho de la política una profesión y un modo de vida.
Por eso, cuando anuncian su retirada aduciendo coherencia, cansancio o despecho, creo que hay que respetar la decisión. Tildar a los que se van de poco menos que ratas que abandonan el barco -eso es lo que ha venido a decir el vicepresidente Manuel Chaves refiriéndose a Pepe Bono- está feo. Feo por inelegante y por injusto, porque Bono ha tenido el coraje de decir en varios momentos lo que otros pensaban acerca de los desaguisados de Rodríguez Zapatero, por ejemplo, en relación con el nuevo "Estatut" de Cataluña o cuando las negociaciones con la ETA más allá del atentado de la T-4 de Barajas.
Chaves sabe que Bono a quien, por cierto, apoyó para secretario general del PSOE hasta que se cruzó Alfonso Guerra, si no quiere estar en las listas no es por falta de ganas de seguir en la política. Lo que ocurre es que el PSOE que deja Zapatero y pretende heredar Rubalcaba ya no es un partido socialista. Es otra cosa. Por eso se van los que se van y no siguen otros que, en silencio, se fueron antes que ellos.
A un "feo" de parecida naturaleza se opuso Carmen Calvo, ex ministra de Cultura, cuando trascendió que Rubalcaba prefería a Rosa Aguilar de "número uno" por Córdoba. Calvo, que no suele morderse la lengua, ha dicho que no había olvidado las acometidas de Rosa Aguilar cuando estaba en la oposición. Mala cosa la memoria porque hablando de Rosa Aguilar es seguro que más de un votante socialista cordobés se acordará de cuando la señora Aguilar, a la sazón portavoz de IU en el Congreso, intentaba desacreditar a Felipe González, presidente del Gobierno del que Rubalcaba era portavoz. Pocos políticos resisten el "test" de coherencia. Sobre todo si han hecho de la política una profesión y un modo de vida.
Por eso, cuando anuncian su retirada aduciendo coherencia, cansancio o despecho, creo que hay que respetar la decisión. Tildar a los que se van de poco menos que ratas que abandonan el barco -eso es lo que ha venido a decir el vicepresidente Manuel Chaves refiriéndose a Pepe Bono- está feo. Feo por inelegante y por injusto, porque Bono ha tenido el coraje de decir en varios momentos lo que otros pensaban acerca de los desaguisados de Rodríguez Zapatero, por ejemplo, en relación con el nuevo "Estatut" de Cataluña o cuando las negociaciones con la ETA más allá del atentado de la T-4 de Barajas.
Chaves sabe que Bono a quien, por cierto, apoyó para secretario general del PSOE hasta que se cruzó Alfonso Guerra, si no quiere estar en las listas no es por falta de ganas de seguir en la política. Lo que ocurre es que el PSOE que deja Zapatero y pretende heredar Rubalcaba ya no es un partido socialista. Es otra cosa. Por eso se van los que se van y no siguen otros que, en silencio, se fueron antes que ellos.
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