El éxtasis del buen progre

A mediados del S.XVII, Bernini esculpió en Roma un grupo escultórico -El éxtasis de Santa Teresa- que representa en mármol el momento sublime en que la santa experimenta la unión íntima con el mismísimo Dios. La obra, que es una pieza clave para entender la pasión del barroco, tiene un gesto tan fieramente humano que el genial escultor se las tuvo tiesas con la cúpula vaticana, que opinaba que allí, más que una monja piadosa, había una mujer en el clímax del gozo más terrenal que describirse pueda. Pero el artista, que además de con el cincel era también ducho en la argumentación, explicó que se había limitado a seguir los escritos autobiográficos de la santa, en los que cuenta las ocasiones en las que sentía cómo su corazón “era traspasado por un fuego sobrenatural”, que ella misma definió como “una transverberación”. Vean la escultura y juzguen. O mejor, repasen la prensa reciente y vean la cara de Pedro Sánchez mirando de cerca a Barack Obama, el santo negro de los progresistas más avanzados del mundo. Es prácticamente lo mismo. Y yo no sé lo que tiene este tipo, pero para los socialistas españoles tiene la singular capacidad de provocar en ellas y ellos el éxtasis, el embeleso y el trastorno sensorial. Ya tuvimos muestras cuando la secretaria general del PSOE, la recordada Leire Pajín, pidió atención “al planeta”, ante el “acontecimiento histórico” que se iba a producir al reunirse las dos referencias progresistas a ambos lados del Atlántico: Obama y Zapatero. Pero si creían que esa era la cumbre del ridículo, repasen las notas depuestas por Moncloa tras la media hora de encuentro entre el marido de Michelle y el marido de Bego. Según el Gobierno, en treinta minutos hablaron de empleo, educación, vivienda, juventud, igualdad de género, populismo, el papel de la mujer y cómo no, del cambio climático. En fin, que dada la euforia y la amplitud de efectos, uno ya no sabe si más que del éxtasis, deberíamos hablar de la metilendioximetanfetamina. Qué subidón.