Francisco Muro de Iscar
21:01 • 25 sept. 2011
Un Estado que no respeta el Derecho es una banda de forajidos”. No es un mal recuerdo en un momento en el que, en diversos lugares, el Derecho se utiliza arteramente, a la medida del interés personal y el relativismo se impone. La frase es de San Agustín y le sirvió a Benedicto XVI para lanzar un mensaje rotundo en el Parlamento alemán sobre razón, justicia y ecología. Los miembros del Bundestag, puestos en pie, dieron dos largas ovaciones al Papa y aplaudieron con entusiasmo varios pasajes de su discurso. Con respeto. El presidente del Bundestag dijo que “raramente un discurso en esta Cámara ha atraído tanta atención en Alemania y fuera de ella”.
El viaje del Papa a Alemania, la cuna del protestantismo, no era fácil, pero ha servido para muchas cosas: para volver a lanzar un mensaje sobre la ética, para defender un uso racional de la naturaleza, el compromiso con la ecología, el respeto a la persona humana, su vida y sus derechos. Pero también ha habido en Berlín una reiterada condena de la pederastia. Benedicto XVI quiso reunirse con varias víctimas, tres hombres y dos mujeres, de abusos sexuales cometidos por clérigos a los que, además de mostrarse conmovido e impresionado por su sufrimiento, expresó su profundo pesar “ante estos atroces crímenes”.
Garantizó que se han puesto en marcha medidas eficaces para que nunca se vuelvan a repetir. Pesa sobre la Iglesia este terrible pecado que Benedicto XVI ha afrontado con valentía. Y queda su discurso pidiendo la unidad de los cristianos para construir un mundo más justo y para combatir juntos la ausencia de Dios en la sociedad.
Meter a Dios en la sociedad es precisamente lo que hace Cáritas cada día. En los últimos años, los de la crisis, mucho más. Mientras otros sólo hablan, Caritas “da trigo”: cientos de miles de ciudadanos tienen ropa, comida, alimentos, vivienda o empleo, y sobre todo una palabra de consuelo y de aliento gracias a su labor y a la de sus voluntarios. Pero también “predica”. Acaba de redactar una propuesta ante las próximas elecciones en la que pide a todos los candidatos -Caritas no tiene color político- que no se olviden en sus programas ni en sus políticas de los más desfavorecidos. Que no olviden los principales problemas de los españoles: el empleo, la protección social, la vivienda, la migración, la cooperación al desarrollo y el apoyo al tercer sector.
Lo hace con propuestas concretas, sin alharacas, “como interlocutor válido de una importante base social involucrada en la defensa de la dignidad y los derechos de las personas más vulnerables de la sociedad". Caritas no habla por referencias ni de memoria. Caritas toca todos los días la resinación y la indignación de los desheredados, de las víctimas de la crisis, la pobreza física, la miseria sentimental a la que hemos condenado a cientos de miles de ciudadanos. La Iglesia de Benedicto XVI y la de Cáritas es la misma. Mal que les pese a algunos.
El viaje del Papa a Alemania, la cuna del protestantismo, no era fácil, pero ha servido para muchas cosas: para volver a lanzar un mensaje sobre la ética, para defender un uso racional de la naturaleza, el compromiso con la ecología, el respeto a la persona humana, su vida y sus derechos. Pero también ha habido en Berlín una reiterada condena de la pederastia. Benedicto XVI quiso reunirse con varias víctimas, tres hombres y dos mujeres, de abusos sexuales cometidos por clérigos a los que, además de mostrarse conmovido e impresionado por su sufrimiento, expresó su profundo pesar “ante estos atroces crímenes”.
Garantizó que se han puesto en marcha medidas eficaces para que nunca se vuelvan a repetir. Pesa sobre la Iglesia este terrible pecado que Benedicto XVI ha afrontado con valentía. Y queda su discurso pidiendo la unidad de los cristianos para construir un mundo más justo y para combatir juntos la ausencia de Dios en la sociedad.
Meter a Dios en la sociedad es precisamente lo que hace Cáritas cada día. En los últimos años, los de la crisis, mucho más. Mientras otros sólo hablan, Caritas “da trigo”: cientos de miles de ciudadanos tienen ropa, comida, alimentos, vivienda o empleo, y sobre todo una palabra de consuelo y de aliento gracias a su labor y a la de sus voluntarios. Pero también “predica”. Acaba de redactar una propuesta ante las próximas elecciones en la que pide a todos los candidatos -Caritas no tiene color político- que no se olviden en sus programas ni en sus políticas de los más desfavorecidos. Que no olviden los principales problemas de los españoles: el empleo, la protección social, la vivienda, la migración, la cooperación al desarrollo y el apoyo al tercer sector.
Lo hace con propuestas concretas, sin alharacas, “como interlocutor válido de una importante base social involucrada en la defensa de la dignidad y los derechos de las personas más vulnerables de la sociedad". Caritas no habla por referencias ni de memoria. Caritas toca todos los días la resinación y la indignación de los desheredados, de las víctimas de la crisis, la pobreza física, la miseria sentimental a la que hemos condenado a cientos de miles de ciudadanos. La Iglesia de Benedicto XVI y la de Cáritas es la misma. Mal que les pese a algunos.
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