Uno de los argumentos más ridículos que suelen aportarse en política son los referidos a las lecturas postelectorales. Independientemente del recurso manido del modelo de ley electoral y el procedimiento D´Hondt, aplicación que casi nadie entiende y todos los perjudicados conjuran; pero nadie, aunque tenga mayoría aplastante se decide a modificar. Ya saben, hoy me perjudica, pero mañana puede que me beneficie… Y así se eternizan los unos y los otros en quejas o celebraciones, según les vaya la fiesta.
Aunque ya hay un aluvión de socialistas y otros arrimados de última hora que aseguran que los resultados reflejan el más nítido e indiscutible éxito del bloque de las izquierdas, lo cierto es que contando los votos, el bloque de las derechas ha superado –por escaso número- al bloque de las izquierdas. El problema era el ya conocido y anunciado de la dispersión del voto que mayoritariamente perjudicaría a la derecha. Por tanto, si ya era conocido este aspecto negativo, igualmente era previsible calcular el riesgo de esta aventura.
El Partido Popular tiene la suficiente experiencia en política y en campañas electorales como para calcular el riesgo de las escisiones y la pugna por el liderazgo de una opción que siempre ha sido indiscutida. Que el PP se halle en la disyuntiva de aclarar quién es el líder de la oposición del centro-derecha es una vuelta atrás o una pérdida de su ubicación ideológica que se traduce en una peligrosa debilidad para liderar, siquiera, la oposición.
Que Pepsi Cola envidie el éxito de ventas de Coca Cola, es natural mientras que la Coca Cola mantenga su preeminencia en el mercado. Pero para mantener la preeminencia en el mercado no basta con llegar a ser el número uno en ventas y esperar a que siempre siga la tendencia. Todo lo contrario. Mantenerse como número uno en ventas supone ser más creativo y agresivo en imagen corporativa, marketing, penetración y promoción en nuevos mercados, formatos novedosos, sabores, texturas… todo es un compendio de esfuerzos para mantenerse en la cumbre, ya que otros están a la espera de alcanzarla si observan el menor descuido o signos de debilidad.
La sociometría en política es una ciencia bastante inexacta. Decían los expertos analistas que los debates han sido determinantes para estos resultados; pues bien, quién peor lo ha hecho; quién se demostró que mintió; quién tuvo menor convicción… ha ganado las elecciones.
Otro problema que tiene el PP y resto del “bloque de la derecha” es localizar y denominar sus respectivos espacios ideológicos, estéticos o sociológicos. Es lógico que VOX se enfade porque le llamen la “extrema derecha”. Habría que preguntarse dónde estuvo durante muchos años el partido que lideró la derecha. Que yo recuerde, nunca se ha ufanado Rajoy por ser el “líder de la derecha”. Siempre se han utilizado acepciones como “centro reformista” y como un atrevimiento se ha dicho del PP que era la derecha moderada. Así las cosas, es razonable que VOX rechace el argumento de extrema derecha. Nada puede estar al extremo de algo que no existe. Nunca se puede decir “a cinco minutos de la eternidad” o “medio metro más allá del infinito”. Por tanto, la extrema derecha jamás existió, porque la derecha no ha estado definida como un espacio nítido en el espectro político, y el que primero que ha llegado con una definición y ubicación inequívocas se ha quedado con ese espectro. Hasta hace poco ha existido una derecha con unas convicciones más o menos radicales que no ha encontrado cobijo en las siglas más naturales de su entorno y, consecuentemente, se han quedado en estado de hibernación y se han reactivado en cuanto han encontrado el espacio que habla su idioma y coincide con sus inquietudes.
Es posible que, hasta ahora, los mensajes centrista-liberales-conservadores no hayan estado muy claros para un electorado que ha elegido a un heterogéneo bloque de las izquierdas. Por lo menos, los ganadores, han elegido sabiendo que todos pagaremos más impuestos para financiar las demagógicas medidas sociales, y esto se paga con más sacrificio de los de siempre. Pero no desesperen, dentro de cuatro años -como siempre ha pasado- vendrán las maléficas derechas a arreglar el problema.
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