Pedro I, ¿el cruel?

Rafael Torres
00:51 • 09 may. 2019 / actualizado a las 07:00 • 09 may. 2019

A Pedro I, rey de Castilla, unos le apodaban “el cruel” y otros “el justo”, pero pasó a la Historia cargando con el primer epíteto, lo que confirma una vez más que lo chungo prima sobre lo benéfico en el imaginario, y en las querencias, de la Humanidad. Pero también confirma que cualquier Pedro, esto es, cualquier hijo o hija de vecino, es susceptible de ser para los demás, simultáneamente, un héroe y un villano, una bellísima persona o un perfecto indeseable.


A un Pedro de ahora, Pedro Sánchez, le llegan los ecos y le salpica la memoria de aquél otro del siglo XIII tan cruel o tan justo, según se le mirara. Autoinvestido un poco también de rey que celebra consultas con los líderes de los partidos tras unas elecciones con vistas a la formación de un gobierno, éste Pedro Sánchez era un “felón” para el mismo que el otro día, en La Moncloa, le hizo ojitos, Pablo Casado, pero es que mientras que en campaña el adversario era un enemigo al que había que criminalizar, después, vistos los resultados, era el monarca al que había que solicitar merced, en éste caso la de refrendarle oficialmente como Jefe de la Oposición, rango en disputa con Rivera.


Como en la Liga de Fútbol de los últimos tiempos, en la que siendo el Barça el rey absoluto no queda otra que luchar por el segundo puesto, así Rivera y Casado, cuya suma de puntos/escaños apenas alcanza a los logrados por Sánchez, andan a brazo partido para alzarse con el melancólico título de mejor perdedor, sin reparar en que su pugna refuerza la victoria, el poder, de éste Pedro de ahora que, recibiéndoles desde su inalcanzable majestad y dispensándoles un trato desigual para dividirles más si cabe, resulta, ciertamente, un poco cruel. O un poco justo, quién sabe.



En todo caso, de todas esas intrigas palaciegas se desprende un cierto desprecio a la ciudadanía, que espera de esa gente ensimismada que copa la política algún remedio para sus problemas, que son muchos. Parecen pensar sólo en sí mismos, un rasgo psicopático, narcisista, muy corriente entre los políticos, ora en su trono (Sánchez), ora en sus aspiraciones de valido (Iglesias), ora en pillar (Rivera y Casado) ese título tan desangelado, tan frustrante e ilusorio, de subcampeón.





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