"Hay un hombre sentado al piano..." que se nos ha hecho mayor. La pasada semana Billy Joel rebasó su séptima década y, aunque hace mucho que no copa las listas de éxitos, aún sigue llenando estadios con sus conciertos.
Nunca he entendido por qué uno de los grandes de la música norteamericana no ha tenido calado en nuestro país, donde la mayoría de los españoles solo reconocen su existencia cuando mencionas la versión que de su primer éxito, Piano man, interpretó Ana Belén en los ochenta, cuya letra comenzaba como este artículo.
Los que me conocéis sabéis que para mí si tiene un significado especial. No dedicas todo un proyecto musical a alguien que no te parezca, cuando menos, un genio.
Y es que algo singular debe tener ese tipo bajito de ojos saltones con aire de boxeador italiano para haber parido algunas de las melodías más legendarias de la música pop. El propio Billy recuerda no haber estado muy seguro de enfocar su vida a la música – durante sus inicios se arrastró por los mismos bares de mala muerte que describe en su celebérrima canción – hasta el día en que canturreando en el piano del hall de un hotel descubrió a dos súper modelos mirándolo con ojos golosones. Decidió que había elegido la profesión correcta y acabó casándose con una de ellas.
Celebraré su onomástica recomendando solo un disco, mi favorito: Turnstiles. Su declaración de amor a Nueva York, ahora considerada casi la más importante ciudad del mundo pero que en 1976 se encontraba en franca decadencia y al borde de la quiebra. En ese momento Billy, harto del sol de California decide Say goodbye to Hollywood – canción inspirada en la Motown, la música de su infancia - y retornar a su hogar.
Ahí podréis encontrar algunas de sus grandes obras maestras. Sus conciertos desde entonces – y los míos en su homenaje, por cierto – comienzan con Angry Young man, uno de sus temas más grandiosos, dedicado a los jóvenes ejecutivos cabreados y nerviosos que quieren comerse el mundo. La delicadeza acústica de James – dedicada a Jim Bosse, su amigo de adolescencia y quien me puso a mí en contacto con el maestro – nos deja desarmados. La futurista Miami 2017 (Seen The Lights Go Out On Broadway) narraba la destrucción de NYC y pareció algo apocalíptica en su momento, pero tristemente recobró vigencia tras el 11S.
Pero si hay un tema que representa como ninguno ese homenaje es New York state of mind. Con el permiso de Sinatra, el más grande tributo a la ciudad que nunca duerme. Para mí, la mejor forma de felicitarlo es dejarse envolver por esa maravillosa canción. Hagámosla sonar una vez más.
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