Ha nacido un líder para la maltrecha socialdemocracia europea. Buena noticia para España, cuya presencia en la UE había quedado reducida a la mínima expresión en el último tramo de nuestra reciente historia.
Sánchez se ha podido permitir alzar la bandera de la Europa social -"digital" y "ecológica", añade Borrell, el triunfador de la noche en Ferraz- y la aversión a la ultraderecha como uno de los incipientes enemigos del espíritu fundacional de la UE.
Pero la derivada nacional le deja un sabor agridulce en la celebración de los resultados de las elecciones municipales y autonómicas del domingo. No ha podido completar la faena como reanimador de un PSOE desahuciado tras la dimisión de Rubalcaba a raíz del hundimiento socialista de las elecciones europeas de hace cinco años. En su comparecencia ante los medios, en una sede del partido abarrotada de informadores, se presentó como el ganador de la noche electoral "en las europeas, las municipales y buena parte de las autonómicas". Pero algo esconde esa genérica formulación del resultado de las urnas del 26-M. Sirve para ocultar la parte agria de la celebración de la noche electoral en Ferraz. El salvador de la socialdemocracia europea y reanimador de un PSOE convaleciente desde mayo de 2010 no ha evitado el atrincheramiento de la derecha en Madrid y el triunfo del independentismo en Barcelona. Lo mejor para el PSOE ha sido confirmar su amplia ventaja en la relación de fuerzas con la alternativa de poder, pues el respecto al resultado de las elecciones generales confirma una diferencia con partido de Pablo Casado de doce puntos porcentuales.
Al PP se dirige precisamente cuando reclama compromiso para frenar a la ultraderecha (le viene a pedir, por pedir que no quede, que no pacte con Vox) y para echar una mano en el reto de la estabilidad. Un reto que, según Sánchez, es común en un país que anda escaso de certidumbres desde las elecciones de 2015 y tiene pendientes demasiadas reformas estructurales que, por necesitar de mayorías cualificadas, seguirán siendo inabordables sin pactos de Estado.
No solo se dirige al PP el aún presidente del Gobierno en funciones. Pide a todos los partidos que aparquen las dinámicas electorales y se pongan al servicio de los intereses generales.
Es justo y necesario. Aunque no es un buen principio tener de "socio preferente" (inevitable, diría yo) a Podemos. Recordemos que el partido de Iglesias Turrión pone en cuestión al más sólido factor de estabilidad (la Monarquía), no vería con malos ojos un referéndum que contemplase la escisión de una parte del territorio nacional y encima no ha salido bien parado de las elecciones del domingo. O sea, que su posición negociadora con Moncloa no sale precisamente reforzada en las urnas del domingo.
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