Todos ustedes habrán visto el extraordinario despliegue con el que todos los medios de comunicación están recordando que hace cincuenta años los norteamericanos consiguieron llevar a un equipo de astronautas a la Luna, haciéndolos regresar a la Tierra sanos y salvos. Se trata de una de las gestas humanas de mayor alcance, que cuenta además para esta conmemoración con una gran rampa de lanzamiento: la ausencia de complejos de los norteamericanos para mostrarse orgullosos de su país y de su historia. Y sin desmerecer en absoluto la proeza que supuso en 1969 ese pequeño paso para el hombre que era a la vez un gran salto para la humanidad, creo que también merece la pena recordar que hace ahora 500 años, una expedición naval de la Corona española capitaneada inicialmente por el portugués Magallanes y que terminó comandando Juan Sebastián Elcano, consiguió dar la primera vuelta a la Tierra confirmando algo tan determinante como su esfericidad. Y ahora que tanto se insiste en que los ordenadores del Apolo XI tenían menos capacidad que el móvil en el que quizás me esté leyendo, piensen en los medios técnicos existentes en 1519 y reflexionen sobre la pericia y el coraje de unos tipos que también se jugaron la vida en un viaje incierto que no había sido emprendido hasta ese momento. El problema es que esos tipos eran españoles y que en España hablar bien de nuestro país o de los españoles es un motivo de recelo. Si un español hubiera sido el primer ser humano en llegar a la Luna (véase “El Astronauta”, con Tony Leblanc) existirían plataformas exigiendo disculpas por la agresión al ecosistema lunar y protestas por no haber plantado allí la bandera autonómica de turno. ¿Creen que exagero? El ministro de Cultura, el almeriense José Guirao, ya ha dicho que no se conmemorará el 500 Aniversario de la llegada de Hernán Cortés a México, “porque allí es un tema complicado” (sic). Sigamos pidiendo perdón. Sigamos aplaudiendo a los astronautas.
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