Resulta inusual que, especialmente en vísperas de su encuentro con el jefe del Gobierno en Marivent, el jefe del Estado haga declaraciones políticas. Sin embargo, el Rey lo hizo este domingo, confiando en que los partidos puedan encontrar una solución antes de tener que ir de nuevo a las urnas. Estoy seguro de que la solución ideal, para Felipe VI, no puede ser un 'Gobierno a la portuguesa', de los socialistas en solitario apoyados desde fuera por un pacto programático con la izquierda de la izquierda; porque tales fuerzas son, esencialmente, republicanas y alguna bordeando las fronteras del sistema. También tengo la certeza de que el Monarca hablará este miércoles con el presidente del Ejecutivo en funciones de otras soluciones posibles. Que las hay.
Ocurre que Sánchez parece varado en su 'alianza preferencial' con Pablo Iglesias para intentar una nueva investidura. Pero cada día escuchamos más voces que hablan de otras salidas además de esos gobiernos 'de cooperación' (sea lo que sea eso), 'de coalición con Unidas Podemos' (por suerte ya descartado, parece), 'de progreso', 'a la portuguesa', a la danesa'... ¿Por qué no, por ejemplo, ofrecer desde el PSOE a las fuerzas constitucionalistas, sobre todo al Partido Popular y a Ciudadanos, un Gobierno de coalición que, durante dos años, arregle las cañerías constitucionales, sobre todo el Título VIII, y reforme a fondo la actual la normativa electoral, que tanto está facilitando el caos político que vivimos desde hace, como mínimo, tres años y medio?
A las alturas en las que estamos, resultan inaceptables tanto la parálisis que, pese a las sofocantes reuniones con la 'sociedad civil', parece afectar al cerebro negociador de Sánchez, como las negativas del PP y, sobre todo, de Ciudadanos a echar una mano que acabe con el dislate en el que estamos metidos. Esa oferta de una Legislatura de dos años, estaría presidida, claro, por quien ganó las elecciones. Pero con un Gobierno de amplio espectro, casi de salvación nacional, incluyendo también a independientes de prestigio, para emprender con urgencia las modificaciones constituciones y legales precisas, así como las imprescindibles renovaciones en el poder judicial, en los servicios secretos, en RTVE, etc.
Todo ello, suponiendo que Sánchez se atreviese a proponerlo -que lo veo casi imposible, no soy un utópico: Rajoy se atrevió, sin el menor éxito- es algo que me parece que difícilmente podría ser rechazado por Pablo Casado y por Rivera. A menos, claro, que quieran ser acusados de ser ellos los que torpedean la salida del túnel y propician unas nuevas elecciones para noviembre, prolongando hasta sabe Dios cuándo el 'impasse' en el que nos hallamos.
¿Y Podemos? Podemos podría optar por sumarse a un pacto constitucionalista o convertirse, lo que no dejaría de tener sus ventajas, en la cabeza de la oposición a ese Gobierno 'de concentración'... y provisional. Porque en dos años -menos tardó Adolfo Suárez- se pueden consumar muchas de esas medidas, que, en su caso, con la disolución de las Cámaras, podrían someterse al preceptivo referéndum de las reformas 'agravadas' de la Constitución, si ello fuese necesario, que me parece que lo sería. Ese referéndum certificaría que hemos entrado en una nueva era. Que hemos consumado esa invisible, pero obvia, segunda transición por la que transitamos. Que la ciudadanía vuelve a confiar en su 'clase política'.
Armado con estos apoyos, el país podría afrontar mejor las temidas reacciones que la sentencia contra los golpistas de octubre de 2017 provocarán en el cuerpo social y político catalán: desde la Generalitat se habla ya de formar un 'Govern de concentración' con las fuerzas independentistas. Hablamos, pues, de una nueva, muy nueva, dinámica política, que nunca se ha puesto a prueba en España. Pero convengamos que la situación también es inédita, peligrosa por muchos conceptos -incluyo el económico, con las perspectivas de una desaceleración ya visibles-, indeseable desde todos los puntos de vista, como ha venido a sugerir, con prudencia inevitable -nada que ver con una injerencia donde no le llaman-, el Rey.
Sé que espero mucho de los encuentros que Pedro Sánchez se ha marcado estas semanas, comenzando por el de Marivent con el Jefe del Estado. Porque acaso el principal problema sea el desgaste que está experimentando, digan lo que digan las encuestas del CIS, el propio Pedro Sánchez, además de la cerrazón de las otras fuerzas políticas. La situación es tal que los comentaristas ya ni nos atrevemos a pregonar soluciones verdaderamente revolucionarias, limitándonos a dar vueltas, como hacen nuestros políticos, a las viejas, gastadas, quizá imposibles, fórmulas. Y ya temo que no es eso, no es eso.
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