Vuelve la "normalidad". Vuelve la política, el Parlamento reabre sus puertas, aunque sea para que se reúna la Diputación Permanente y parezca que hacen algo. Vuelven los colegios y volverán los atascos por la mañana. Y hasta las oscuras golondrinas. Volvemos a la vida cotidiana después de unas vacaciones que siempre saben a poco. Decía el padre Coloma que "por la calle del 'después' se llega a la plaza del 'nunca'". Y miren ustedes qué cosas tiene la mente humana que en lugar de acordarme de Mariano Rajoy, tan feliz en sus vacaciones gallegas y en su despacho de registrador de la propiedad, me viene a la memoria el nombre de Pedro Sánchez. Y el de sus ministros y el de los líderes de la oposición, desaparecidos todos durante un mes, para volver al mismo sitio en el que estaban el 1 de agosto.
El lugar que ocupaban también el 29 de abril, el día siguiente a las últimas elecciones generales cuando todos se las prometían muy felices. Y, si me apuran al lugar en el que nos situó la moción de censura ganada por Pedro Sánchez ¡el 1 de junio de 2018! ¿Qué ha pasado desde entonces? Nada y muchas cosas. Un Parlamento prácticamente inútil, un Gobierno que solo ha sido capaz de aprobar un proyecto de ley y que se ha valido arteramente del uso abusivo e ilegal del decreto-ley, una oposición desnortada, una lucha por el reparto del poder y no por acordar programas para la ciudadanía. "Nunca tienes tiempo suficiente para hacer toda la nada que quieres hacer", escribió certeramente Bill Vatterson, un norteamericano autor de comics.
Y al terminar agosto tampoco hablamos de proyectos y reformas sino de repetir elecciones pensando unos que les puede beneficiar, incapaces todos de buscar salidas imaginativas, de sentido común o que puedan cohesionar a una sociedad dividida y fraccionada. ¡Qué pereza, qué enorme pereza! Seguir hablando de Cataluña, de la inoperancia absoluta de sus gobernantes en queja permanente contra Madrid, de su incapacidad siquiera para ponerse de acuerdo entre ellos o de usar el seny y optar por la gobernabilidad en lugar de por la independencia imposible, de la delincuencia violenta que campa libre por Barcelona donde se habla del "habitual desfile de carteristas" como algo normal de otras elecciones que están a la vuelta de la esquina. Y, encima nos dicen que no habrá sentencia del juicio al procés hasta bien entrado octubre. ¡Qué pereza!
Fuera tampoco están para tirar cohetes. Trump ha sufrido un ataque inesperado de sentido común y está dispuesto a hablar con Irán, para no montar una guerra, y con China, para no destruir la economía mundial, pero es posible que se le pase en cuanto vuelva a su hábitat habitual. Lo de Boris Jhonson, tal para cual con Trump, no es solo un disparate, es que puede acabar con Gran Bretaña y dejar más tocada a una Europa sin liderazgo y sin proyecto. Bolsonaro es un perdonavidas que manda en un gran país como si fuera su cortijo y lo de Italia es de vergüenza ajena. Y aunque con ese panorama, hasta Sánchez puede parecer un político "de altura", ¡qué pereza volver a lo mismo, vestirse de otoño, ver que todo vuelve a la normalidad y no tener esperanza de que se puede hacer política de verdad! Y claro que se puede.
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