Tan cierto es que a Pedro Sánchez le ha salido el tiro por la culata como que ha ganado las elecciones. Semejante contradicción entre las dos obviedades dibuja para el presidente en funciones un escenario que uno no le desearía ni a su peor enemigo, si bien la que peor parada queda por los resultados electorales es la sociedad española, que, habiendo resignado su gobernación en la actual clase política cual corresponde en democracia, debe asistir impotente al lío que la dicha clase política, autora de él, procederá a liar aún más si cabe.
Por no redundar en el análisis de esas dos obviedades, pues, en puridad, las obviedades se analizan solas, cabría señalar una tercera, la de que España, hoy, es exactamente ese galimatías que expresa el reparto de escaños resultante. Conviene no engañarse ni seguir aplicando a la realidad política la lógica pastueña, perezosa, anacrónica, de los tiempos del bipartidismo turnista: el Fascio, hoy llamado populismo, ya no ramonea en las cercadas dehesas del PP, y con sus 52 diputados podrá desgobernar el país recurriendo al Constitucional las leyes que no le gusten, que son todas menos las suyas, tan parecidas éstas a las de la selva; el neocomunismo de Podemos retorna, tras su breve descubierta por los mundos exteriores, al pequeño refugio tradicional de Izquierda Unida, aunque olvidándose de que ese refugio se mantenía pactando automática y subalternamente con el PSOE; el centro, que probablemente ni existe ni ha existido nunca, ya no está usurpado por un comercial que vendió su mediocre mercancía mientras se la compraron y que hoy, agotado el filón, escenifica su incalculable narcisismo en la despedida.
El PP, partido en dos, queda al rebufo y a merced, por contagio, de la parte emancipada, en espera de que el galaico le traiga a tiempo la pócima de la supervivencia; el PSOE, atado su destino a un deportista de esos que se la juegan por jugársela, por la cosa de la adrenalina, todo el rato, gana y pierde como en el deporte, pero sin la menor trascendencia como en el deporte; y luego está la recrecida porción de los secesionistas que, pese a serlo, no renuncian a sumarse, sino antes al contrario, al sindiós de la enloquecida batidora. Tal quedan las cosas tras éstas elecciones, que los últimos vestigios de sensatez, de cordura, quedan del lado del PNV, de Revilla y de Teruel Existe.
A Pedro Sánchez, que ha ganado, le ha salido el tiro por la culata. ¿A dónde irá a dar esa bala perdida?
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