Aunque siga siendo un tema mayoritariamente tabú, la masturbación y en general la salud sexual han ganado cada vez más visibilidad, gracias a figuras como la del sexólogo clínico, la divulgación científica e incluso la publicidad como la del ya conocido satisfyer. Pero en una sociedad que parece progresar hacia la naturalidad de los cuerpos y del bienestar sexual, todavía nos encontramos muchas ideas erróneas que pueden generar o agravar problemas sexuales diversos, como la eyaculación precoz o la anorgasmia (ausencia de orgasmo en las relaciones). Algunos de estos falsos mitos que perduran a día de hoy son, por ejemplo, que masturbarse es un mal consuelo cuando no podemos aspirar a más, que es propio de adolescentes y solteros, o que nos causa problemas de salud como acné o caída del pelo.
¿De dónde vienen esas falsas creencias que nos generan culpa y pudor hacia la masturbación?
Su origen es más antiguo de lo que pensamos.Ya desde la Antigua Grecia tanto a hombres como mujeres se les recomendaba la masturbación para mantener la salud del cuerpo, pues así se liberaba el esperma del organismo, cuya retención creían perjudicial. Al tratarse de un tema sanitario, en el caso de las mujeres este tratamiento lo realizaban médicos o comadronas, mientras que los hombres recurrían a la prostitución. Esta práctica se creía necesaria para los solteros y los célibes, y quienes no podían pagar estos servicios de prostitución para ser tratados debían recurrir a la masturbación. Masturbarse, más que estar ligado al deseo, lo estaba al bajo estatus económico.
En la Edad Media se consideraba la masturbación algo grotesco, propio de las feas, los pobres, los indignos… y se etiquetó como pecado, ligándola ya más a la religión y a lo moral que a la salud. Durante los siglos XVI y XVII sin ir más lejos se volvió a tratar como un asunto de salud, pero de forma dañina. Se creía que el abuso de la masturbación te incapacitaba para las relaciones maritales y causaba daños físicos y mentales. A los hombres se les equiparaba la pérdida de semen con los efectos que podrían tener al perder mucha sangre. Por estas creencias infundadas muchos hombres comenzaron a abstenerse o a llevar un estricto control sobre la masturbación. Incluso Freud pudo contribuir a la mala percepción de la masturbación ya que contemplaba esta práctica como propia de personas inmaduras, en contraposición al coito en pareja.
Por fortuna en el siglo XX se comenzó a tratar con el enfoque científico necesario para desmentir todo este historial. Así es como se ha probado que, lejos de ser dañina, puede ser incluso útil en la terapia para mantener la función sexual y solucionar las dificultades sexuales de la pareja. Una de las claves para mantener relaciones sexuales satisfactorias es la comunicación, pero difícilmente podremos comunicarle a nuestra pareja qué es lo que más nos gusta y cómo llevarlo a cabo, si no tenemos conocimiento sobre nuestro propio cuerpo. Se ha comprobado en la clínica que, por ejemplo, muchas mujeres que acuden al sexólogo por problemas como el vaginismo nunca se habían masturbado o visto sus propios genitales. Este año para nuestro bienestar, entre apuntarnos al gimnasio y aprender un nuevo idioma, podemos anotar como propósito de año nuevo el conocer cada centímetro de nuestro cuerpo un poco mejor.
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