Medir los límites del autoengaño

José Fernández
07:00 • 07 feb. 2020

Creo que a estas alturas todos nos dejamos engañar en ciertas ocasiones, bien sea por cortesía o por la pereza que supone desmontar o contrapesar los argumentos de quien pretende mentirnos. Asumimos, por tanto, que la falsedad ajena es un hecho real y cotidiano que podemos detectar con facilidad aunque no tengamos la capacidad de suprimirla. Conocemos y establecemos los límites del engaño ajeno, sí. Pero ¿somos capaces de precisar el alcance del autoengaño? Eso sí que es una pregunta interesante. ¿Hasta cuándo van a estar repitiendo algunas y algunos que los árboles de la Plaza Vieja van a eliminarse? Este es un caso francamente llamativo de autoengaño, pues no existe base alguna que pueda dar pie a esta afirmación. Jamás el alcalde, los concejales o los técnicos han hablando de tala, corte, eliminación o deforestación climática, como leemos estos días en la manigua de las redes sociales y en los rincones más silvestres de la prensa, sino que siempre -y siempre es siempre- se ha hablado de traslado y replantación por parte del ayuntamiento.


Es decir, que no se pierden esos árboles sino que van a plantarse otros de menor porte para que puedan verse las fachadas protegidas de la plaza. Por lo tanto, quien hable o siga hablando de atentado ecológico, de aberración medioambiental o quiera pintar al alcalde arrojando agente naranja desde un avión, o bien tiene un inquietante problema de comprensión lectora o vive instalado en una mentira que quiere compartir y difundir vaya usted a saber por qué razones.



El día, que llegará tarde o temprano , en que esos árboles sean trasladados y replantados a otro lugar, puede que alguien vea en los agujeros de las raíces un buen lugar para ocultarse del bochorno que supondrá ver que todas las declaraciones, todos los performances y todas las proclamas no eran más que un ejercicio de autoengaño compartido.





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