Juan José Ceba
01:00 • 06 nov. 2011
Nos reuníamos en su casa, en torno a la mesa de camilla, con su voz dulce y sabia de viejas tradiciones. Consuelo Aguilera Soler, nacida en 1914, en la calle Capitana, no había cumplido aún los setenta años, pero juntaba en su memoria el tesoro oral del barrio pesquero. Un manantial de leyendas, cuentos, coplillas y romances, que nos conmocionaban de entusiasmo. Nos fue enseñando historias deslumbrantes y antiquísimas. Entre sus oyentes traspasadas estaba Sensi Falán (que había nacido en su misma calle) y quien, ahora, recupera para siempre -con una belleza de verdadero calosfrío; con un prodigio instrumental y voces de su barrio- uno de los romances ennoblecidos con más de cinco siglos, que la vecina recordaba. (Y aún más, por un azar insólito, la hermosa bisnieta de Consuelo aparece vestida de Maya en una foto del disco, iluminando el patrimonio inmaterial de Al-Hawd).
El antiguo romance, grabado por Sensi como denuncia de la ferocidad machista, describe la historia bíblica de la violación de Thamar por su hermano Amnón (hijos de David) cuyo relato sigue con fidelidad: desesperado de pasión por su hermana, Amnón se finge enfermo y pide a su padre, el rey, que ella acuda a prepararle la comida, ocasión que aprovecha para llevar a cabo la ruindad de su violación. En esta versión chanqueña se superpone (sólo al comienzo: “El rey/conde tiene un hijo/ que Altarquino se llamaba”) otra iniquidad de resonancia histórica: la violación de Tarquino a Lucrecia, cuyo suicidio, tras el oprobio, desencadena la caída de la monarquía, y el advenimiento de la república en Roma. Escena de gran impacto que fue asunto para una obra maestra de Tiziano.
Los grandes estudiosos de nuestros romances tradicionales, Menéndez Pidal y Manuel Alvar, encontraron otras variantes de este relato en Alhama, Tabernas y Almería. La fuerza dramática de una versión popular granadina, conocida por García Lorca, quien acompañó a Menéndez Pidal –en 1920- en su recopilación de romances por el Albayzín y Sacromonte, fascinó de tal manera al poeta, que en ella se basó para cerrar su Romancero Gitano con la tragedia de Thamar y Amnón (que toma algún verso de prestado del poema centenario –sobre la que habían escrito Calderón y Tirso de Molina) y ambientando la escena en la Alcazaba de Almería.
La sensibilidad de la cantautora chanqueña por el legado oral le ha llevado de nuevo hasta la fuente de la tradición de Consuelo Aguilera (su vecina de ojos verdes, que curaba con la energía de sus manos) y ya prepara otro romance con más de quinientos años (que está restaurando como obra de arte) donde se denuncian la xenofobia, misoginia y falta de humanidad; que continúan en esta tierra y este tiempo.
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