Como las informaciones sobre este asunto van cambiando por horas, no sé si cuando usted lea estas líneas habrá novedades importantes, pero acabamos de saber -ahora, no antes- que el pasado 13 de febrero murió una persona en Valencia por coronavirus. La primera de toda España. El Gobierno insiste en que todo está bajo control y que no hay que alarmarse, pero ya ha pedido que algunos partidos de fútbol y baloncesto se jueguen sin público. Esto que aporto son datos, pero lo que viene ahora es una opinión: a la crisis del coronavirus ya sólo le falta un ministro del PP al frente para que podamos tener todo el despliegue habitual: manifestaciones frente a los ministerios, mareas de batas blancas por las calles, programas especiales en las zonas más afectadas, etcétera. Recuerden el modo en que se procesó mediáticamente el tema del virus del ébola en 2014 y el aquelarre fúnebre organizado en torno al perro sacrificado de una enfermera contagiada que finalmente se recuperó sin problemas. Por cierto: mucha más atención al perrito Excalibur que al misionero que murió tras contagiarse en Africa atendiendo a los más desafortunados. También recuerdo haber visto al presidente Rajoy yendo a un hospital a interesarse por la evolución del proceso y tener que salir a toda prisa acosado por grupos de sanitarios que poco menos que querían hacerle el agarejo allí mismo y sin anestesia. ¿Dónde están ahora esas televisiones concienciadas por la salud pública y los colectivos molestos por la opacidad del Gobierno? Pues no se sabe bien. Quizás estén preparándose para montar algún operativo de protesta informativa en el vertedero de Zaldibar, en el que hay dos trabajadores sepultados desde hace un mes sin que todavía haya sido posible rescatar sus cadáveres. Y oye, no hemos visto entrevistas a familiares, ni programas especiales sobre la ineficacia del gobierno nacionalista vasco. De hecho, no hemos visto nada. Sin el PP al mando no hay diversión.
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