Juan Torrijos
01:00 • 09 nov. 2011
Con la muerte de Antonio Sánchez, alcalde del pueblo de Illar, se nos ha ido una de las mejores personas que yo me he encontrado en el mundo de la política, y el mejor sin discusión en todo el río Andarax. Trabajó de albañil mientras el cuerpo y su larga enfermedad se lo permitió, y cuando ya no pudo más, dedicó sus horas, su tiempo y sus pocas fuerzas a los vecinos de su municipio. El maldito cáncer que se lo ha llevado, le fue marcando el cuerpo en estos años, pero no pudo con el ánimo de este hombre, entregado en cuerpo y alma a su pueblo y su gente. Antonio supo ganarse a los vecinos de Illar por su bondad, por su talante siempre abierto a ayudar a los demás, por su entrega a todos, sin mirarles el carnet político que llevaran en sus carteras o la ideología que ocupara su corazón. Antonio demostró en estos años que fue al Ayuntamiento a trabajar por la gente y a ello dedicó los últimos años de su vida. Era de los pocos políticos a los que nunca les importó el beneficio que pudiera obtener con el cargo, su paga de jubilado de la construcción le era suficiente para vivir. Qué necesario sería encontrar muchos como él en la política, nos harían volver a creer en los políticos y en sus deseos de trabajar por los ciudadanos. Pero nos asomamos al panorama y, qué pena, no los vemos. Se nos fue el bueno de Moisés Ruiz, le siguió un gran José Luis Cruz Amario, ahora lo hace un hombre de bien, Antonio Sánchez. Y mientras ahí se quedan auténticos crápulas metidos en la política, dictadores de pacotilla, acaparadores de puestos y de sueldos, hombres que sólo saben aprovecharse del miedo de sus vecinos.
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