Los veo, los veo... están aquí mismo

Nueva entrega de la serie ‘Diálogos salvajes’

Imagen ilustrativa de la nueva entrega de la serie Diálogo salvajes.
Imagen ilustrativa de la nueva entrega de la serie Diálogo salvajes.
Francisco Martínez
07:00 • 15 may. 2020

Estoy en el suelo, no puedo levantarme. No tengo fuerzas. Acude Milli a auxiliarme. Por primer vez, desde que se reencarnó en mi conciencia, veo en su rostro un cierto gesto de comprensión y afecto. Sus greñas lacias y sucias, sus cejas tan marcadas, los surcos lunares de la oscura piel, los brazos robustos y musculados de hombre primitivo, primario y resolutivo: ahora todo en él me parece una suerte de salvación.




-Superyó, Superyó… ¿Qué te ha pasado? ¿Qué haces ahí tirado? Vamos, levanta…




Me coge por los hombros y logra que, al menos, apoye la espalda en la pared y me quede sentado. La cabeza se me va… Lo noto preocupado por mí.




-Superyó… Dime algo




-Los veo, los veo… Están aquí mismo…




-…¿Quiénes?




-A veces veo… gilipollas… Ayer iba con la bicicleta y por poco atropello a una mujer que de pronto ocupa el carril. Esta mañana, voy caminando por la acera, y ha faltado un pelo para que me atropelle un muchacho que iba por ahí en bicicleta y mirando el móvil. He cogido después el coche para comprar y el de delante, en un semáforo, tira desde la ventanilla una colilla de cigarro y el paquete arrugado, en plena calle. Al llegar a casa he pisado la mierda de un perro




-Superyó, ¿no será que te ha dado mucho el sol cuando has subido a la terraza?


-No, Milli, no. Son ellos… Toda esa gente que piensa que solo los gobernantes tienen responsabilidad. Y que si se equivocan, los demás no tenemos nada que hacer. Si un tío o una tía es capaz de hacer esas cosas a diario, ¿cómo va a ser capaz de cumplir unas necesarias de normas de contención de una enfermedad durante cuatro o cinco meses? Ahora me lo explico todo… Milli, lo que separa la Europa del Norte de la Europa del Sur no son los Pirineos o los Alpes, sino la capacidad de cada individuo de actuar por sí mismo, sin coerción, con arreglo a unas normas que benefician al bien común. Esa es la verdadera frontera.


-No te entiendo muy bien, Superyó… Me preocupas. Ese gesto de terror que tienes lo vi en mis compatriotas cuando atacaron los malnacidos de El Argar… y nos dieron guantazos hasta en el cielo de la boca… Vamos, vamos, amigo… Reacciona. Te voy a traer un vaso de agua.


-No, no; agua, no. Tráeme mejor un chupito de whisky, está ahí en la cocina.


-Ahora mismo.


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