Más pobres pero no más delitos

Más pobres pero no más delitos

Luis del Val
23:41 • 01 dic. 2011
Ignacio Blanco es un sacerdote que está cerca de los presos. "Los presos no dan votos", como se encarga de recordar él mismo, y anda estos días de vísperas de Navidad en la tarea de buscar familias que acojan a presidiarios con permiso, en el rastreo de fondos para pagarles el viaje que les acerque a sus parientes, incluso en sondear fórmulas para que puedan acceder a la comunicación telefónica. Y hay un dato que recuerda Ignacio Blanco, y que contrasta con algunos augures y profetas, que pronosticaron que la crisis económica reventaría las cárceles. Pues no. Hay más pobres, hay bolsas de pobreza que lindan con la miseria, hay necesidades económicas primarias, como es la comida, pero la gente se aguanta, se traga su humillación y no se pone a robar. Por eso mismo, contemplar el desfile de golfos y aprovechados que por ser hijos de un padre que ocupa un cargo importante, o por ocuparlo ellos, o porque su suegro ostenta un puesto preeminente se dedican a la coerción de toda la vida, produce una irritación ominosa, un cabreo inconmensurable, un enfado airado e intenso. No llevan matones a reventar los cristales, cuando el futuro asociado se niega a pagar el impuesto de protección, no. Estos son mucho más finos. Estos chamarileros de la influencia y el cohecho, que explotan su privilegiada situación de una manera que lleva implícito el egoísmo más despreciable usan las armas del muestrario de influencias. Los de los apuros no roban, pero deben contemplar esta procesión de estafadores cuyos delitos son amnistiados, o prescritos, o jamás llegan a sustanciarse, con tremenda desolación. Y, a pesar de ello, no roban, no se desesperan, no se tiran al monte. Se someten a la circunstancia, y ayudan a que el sistema se mantenga y no quiebre, ese sistema en el que medran un grupo numeroso de sinvergüenzas.






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