Estampas de septiembre

José Luis Masegosa
07:00 • 14 sept. 2020

Media septiembre este tiempo pandémico, extraño y desolador. Mueren prematuramente los atardeceres en insaciable carrera tras los crespúsculos rojizos que apremian su incierto itinerario nocturno. Las calles, menos calles que ayer, apuran el escaso tránsito de la esbozada vecindad que muestra una variopinta multiplicidad de modelos de cobijos. En el ámbito rural septiembre es almendra y viña, granada e higos. 


Media septiembre en este lunes de Bacares, sin tormenta para contrariedad del dicho popular, sin romeros ni peregrinaje que brinde sus promesas al Señor del Bosque y con restricciones en la canjilona celebración de la Exaltación de la Cruz, aunque, como manda la tradición desde que el agua de la Acequia Gorda llegara a Canjáyar sí correrá el agua por sus calles. En el litoral, la bajamar parece más bajamar porque las arenas acusan la orfandad de quitasoles, tumbonas y mascarillas; y es que el éxodo postrero vacacional de las costas ha mermado  con respecto al del tiempo de normal normalidad cuando nuestras playas fueron solaz de descanso, escenario de asueto y paraíso de sueños, unos sueños que jamás pudieron albergar la incierta realidad que nos acoge. El verano  cae en picado en la antesala del otoño que se presenta hoy con un hecho inequívoco: la vuelta generalizada a la actividad laboral y el regreso a las aulas, en esta ocasión inmersos en la incertidumbre de una auténtica ceremonia de la confusión, donde cualquier actitud no escapa al miedo y al temor de lo que parece una colectiva aventura a ver qué sucede, dentro de un riesgo incalculable pese a tanta mensajería gubernamental. Pequeños y mayores viven la puesta en escena de la nueva representación escolar. Para algunos niños, los que viven su primera vez, estas jornadas dibujan en la ingenuidad de sus mentes la apertura de un abismo infinito, la entrada en un mundo, cuando menos desconocido, y el encuentro con nuevos semejantes  que rompen los hábitos de sus días, su rutina cotidiana, a la que tan aferrados se sienten. 


Bajo estas pautas, septiembre no deja de ser tal, un mes al que ronda de cerca la melancolía cuyas referencias sentimentales hallan el mejor caldo de cultivo en estos días, aún cálidos y luminosos, con evocaciones sonoras y paisajes que demudan colores. 



De todos los hijos del calendario, acaso septiembre sea uno de los que más músicas ha despertado. Precisamente, su sentimiento tristón inspiró en la década de los sesenta del pasado siglo “Melancolía en septiembre”, una canción de la versión del trompetista Roy Etzel, interpretada por Peppino di Capri, cuya letra lamenta el abrupto final que este mes causa a un amor de verano. No fue la única composición que encontró en la sentimentalidad  septembrina  el motivo de su creación. “Septiembre se muere, se muere dulcemente, con sus raíces secas, con sus racimos verdes...yo esperaba septiembre para volver a verte, con un mundo infinito de sueños en mi mente..” cantaba el radiofónico José Guardiola en su tema “Septiembre” que da cuenta de un malogrado amor en ciernes por el verano. Este mes que vive ahora su ecuador también tuvo un hueco en el séptimo arte. La banda sonora original de la película “Cuando llegue septiembre” – dirigida por Robert Mulligan e interpretada por Gila Lollobrigida y Bobby Darín, entre otros actores- dio pie a una canción con el mismo título que la cinta cinematográfica que versionó la efímera y granadina Gelu, cuya letra mostraba un amor efervescente en un entorno alegre y divertido cargado de optimismo: “Cuando llegue septiembre todo será maravilloso…”. Sin embargo, las reminiscencias de septiembre han ido por otros derroteros, como refleja el poema “Recuerdo de María A.”, de Bertolt Brecht: “Fue un día del azul septiembre cuando/bajo la sombra de un ciruelo joven/ tuve a mi pálido amor entre los brazos/como se tiene a un sueño calmo y dulce./Y en el hermoso cielo de verano/sobre nosotros, contemplé una nube./Era una nube altísima, muy blanca./Cuando volví a mirarla, ya no estaba..”  El poema completo describe el recuerdo de la relación de un amor, tal vez adolescente y juvenil, como el que  me trae estos días azules de septiembre, como el que refleja las estampas evocadoras de aquellos septiembres que nunca volverán.  





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