No conozco personalmente al escritor ni al escenario de su obra, pero lo que define a un autor son sus textos y los de Leonardo Padura revelan una de las mejores prosas del castellano hoy día.
Sin Cuba no puede entenderse el escritor y seguramente sin Padura no podría entenderse Cuba. Esa interacción entre paisaje y personaje es muy propia de los isleños hasta con sesenta años de exilio algunos de ellos. Porque ¿quién no tiene un pariente cubano que exhiba una nostalgia permanente en cualquier época y lugar?
Padura muestra esta melancólica añoranza en nombre de otros, ya que él vive dentro y fuera de la isla alternativamente, con un rico itinerario personal y, a la vez, el encarnamiento en una Cuba que no le gusta en su realidad actual pero que ama de forma obsesiva.
Por ello, y por una calidad acrecentada con los años, el escritor puede publicar una obra crítica bajo el régimen socialista, que ni podía ni quería hacer, seguramente, en sus comienzos como funcionario periodista. Porque la obra de Padura, desde su amor a su patria resulta demoledora de un sistema político y económico que ha llevado al país a los extremos que se reflejan en su penúltimo libro, La trasparencia del tiempo. En el último que acaba de publicar, Como polvo en el viento, se exhiben los exilios interiores y exteriores de los cubanos de la diáspora y de aquéllos que no se expatriaron pero que subsisten a base de ingenio personal y de la caridad de amigos y parientes que están en extranjero.
Como pone de manifiesto toda su obra, el régimen cubano y el exilio subsiguiente han creado, pues, miles de dramas que, pase lo que pase en el futuro de la isla, jamás se podrán remediar.
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