Ante la ola de Covid: Es la vida lo que está en juego, no los votos

En la toma de medidas es imprescindible que el Gobierno cuente con el apoyo de la oposición

Pedro Manuel de La Cruz
07:00 • 25 oct. 2020

Uno de los peores males que puede padecer un político es el de la incapacidad para tomar decisiones. La duda es un andén incómodo, pero necesario, porque es en su cultivo donde puede analizarse los diferentes perfiles que dibujan una situación. Lo que no es razonable es cuando esa duda se convierte en paralizante.



Estamos asistiendo en las ultimas semanas a la contemplación, a veces desde la sorpresa, a veces desde la huida, del progresivo y alarmante aumento de casos detectados en España. Mientras Francia, Italia o Inglaterra han tomado medidas radicales atravesando una situación más leve ante la epidemia, aquí seguimos ensimismados jugando a ver qué haces tú para oponerme yo, o a disfrazar con eufemismos lo que alguien ha definido con palabras sin rodeos.



Me acuso ante el dios de la ciencia y ante vosotros los lectores de que los periodistas caemos en demasiadas ocasiones en el pecado del todismo, esa asignatura múltiple que, por torpeza o por vanidad, creemos que nos da derecho a opinar de todo. Procuro no subir nunca a ese púlpito irresponsable, pero hoy voy a recorrer sus escaleras para preguntar porqué ante la evidencia de que la ola puede acabar convertida en otro tsunami como el de primavera, nuestra clase política no ha sido capaz de adoptar decisiones de forma global que corten o aminaren los efectos crueles cuando sus aguas, llenas de contagiados, lleguen a los hospitales, los centros de mayores o las calles y casas de todo el país. 



Durante la primera ola es cierto que nadie sabía nada, que lo imprevisto e imprevisible marcaba todas las decisiones y que, en ese desconocimiento, el error encuentra su mejor caldo de cultivo. Pero lo que entonces ocurrió no puede justificar lo que puede ocurrir o lo que ya está ocurriendo. El atenuante del desconocimiento ya no vale. Ahora sí sabemos cómo se comporta el virus y podemos prever matemáticamente cómo va a ser su capacidad expansiva  en días, semanas y meses. Ya hay patrones y herramientas estadísticas y epidemiológicas. que permiten acertar con la realidad por llegar.



Por eso no alcanzo a entender tanta torpeza. Si todos están de acuerdo- menos Madrid, siempre Madrid y su delirante presidenta- en que el toque de queda, como sucede en otros países de nuestro entorno, puede ser una eficaz medida para evitar que lo que sucedió entonces no suceda ahora, ¿por qué no se adopta esa decisión para todas España?, si ya se ha solicitado e implantado en otras comunidades y en decenas de provincias o capitales, ¿Por qué no se hace expansivo a todo el territorio? ¿vamos a tener que esperar otros quince días de aumento brutal de casos para adoptar la decisión que habría que haber adoptado ahora? 



Quedarse sentado en el andén viendo pasar el tren de la toma de decisiones eficaces es un ejercicio suicida que solo provocará hambre, dolor y lágrimas. Hambre porque la economía no se va a recuperar, aunque la delirante presidenta de Madrid, ¡qué lumbrera!, haya decidido que los bares y restaurantes amplíen su horario una hora y recomiende no salir de casa por la noche; dolor porque los contagios irán en aumento progresivo; y lágrimas porque los tanatorios volverán a llenarse de adioses que nunca tenían que haber llegado tan pronto.



El gobierno debe tomar ya decisiones. Muchos territorios ya las han tomado. Ahora hay que dotarla a nivel de global de fórmulas jurídicas, como el Estado de Alarma que se aprobará hoy, que no posibiliten extravagancias judiciales. Pero en ese proceso es imprescindible contar con el apoyo de la oposición que, no se olvide, también es responsable de la gobernanza del país. Arrimadas,  Urkullu, Cataluña y varias comunidades ya lo han prometido. Abascal nunca lo hará porque su anclaje en los tercios de Flandes y su espantoso ridículo de esta semana avalan su incapacidad, como le dijo el líder del PP, para entender los problemas reales de España. Solo falta Casado. Ha llegado la hora de demostrar que Madrid y su hostelería no es el centro del mundo, que hay vida inteligente más allá de Puerta del Sol. Solo hace falta que dialoguen gobierno y oposición y se pongan de acuerdo en que siempre será mejor prevenir ahora que curar en situaciones dramáticas dentro de unas semanas.



Lo que está en juego no son los votos, es la vida. Y creer lo contrario es solo un muestra de estupidez. 



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