Aunque la sombra política de Vox seguirá siendo alargada, del debate de la moción de censura Pablo Casado salió como líder indiscutible de la oposición. Por el tono y la contundencia de sus palabras el distanciamiento con Santiago Abascal incorporó elementos dramáticos propios de la ruptura entre miembros de una misma familia. La intervención de Casado revestida en algunos momentos de acento catilinario descolocó a Abascal. Ni esperaba la dureza del alegato, ni menos aún las alusiones a su pasado como militante durante años en el PP. La acusación de ingratitud le dejó tocado. Pablo Casado situó al PP en el centro del escenario y al hacerlo reclamó para sí el liderazgo de la oposición al Gobierno de Pedro Sánchez al que -desde otra perspectiva- al ser rechazada, la moción de censura presentada por Vox contribuyó a reforzar.
Casado podía haber llevado a su partido a la abstención pero al optar por el “no” quiso dejar claro dos cosas: qué es él quien manda en el Partido Popular y que, a partir de ahora, no va a tolerar a los dirigentes de Vox más ironías del tipo de la “derechita cobarde”. En el plano de lo simbólico rompió con la famosa foto de Colón que tanto juego les ha dado a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias.
Al romper de la manera tan contundente como lo hizo con Abascal arriesgó los pactos que permiten al PP gobernar en Andalucía, Murcia y en Madrid tanto en la comunidad como en el ayuntamiento de la capital. Dada la testosterona que parece inspirar algunas de las decisiones de los dirigentes de Vox alguien pudo pensar que la apuesta le podía salir cara. El propio Abascal despejó la incógnita: las cosas van a seguir como están. Entre otras razones porque en caso de ruptura a la cúpula de Vox les resultaría muy difícil explicar a sus electores que pensaban descabalgar a Juanma Moreno Bonilla, Isabel Díaz Ayuso ,Fernando López Miras o al alcalde José Luis Martínez Almeida apoyando mociones de censura del PSOE contra los actuales gobernantes regionales.
A la luz de lo que vimos en el debate se aprecia el error de cálculo de Santiago Abascal respecto de cual iba a ser la posición de un PP al que la maniobra parlamentaria colocaba entre la espada y la pared. Nunca pensó que Pablo Casado le aceptaría el pulso para acabar doblándole el brazo. Antes de empezar el debate, con los números en la mano, se sabía que Pedro Sánchez iba a seguir en La Moncloa por lo que Casado -que advirtió que en realidad el objetivo de Abascal era arrebatarle el liderazgo de la oposición - decidió cortar por lo sano arrollando al dirigente de Vox. El desconcierto de Abascal tras la intervención del presidente del PP lo decía todo. No hay duda de quién es el jefe la oposición. Se llama Pablo Casado.
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