Jose Fernández
20:56 • 14 dic. 2011
Todos hemos asistido alguna vez a una de esas cenas de empresa que han acabado convirtiéndose en una de las citas ineludibles en el calendario de cada año. De hecho, las celebraciones de empresa y los cumpleaños infantiles han acabado instalándose en nuestras agendas por mucho que no terminemos de comprender qué es lo que estamos haciendo allí una vez que nos vemos metidos en el fregado. El caso es que estas cuchipandas se han convertido en un factor económico más, con incidencia en la cuenta de resultados de las empresas y hasta en la cotización bursátil porque hay crisis, es cierto, pero no hay mesas ni fechas. Atentos como siempre a nuestra seguridad, la DGT no desaprovecha la ocasión y coloca a sus muchachos en las rotondas próximas a los restaurantes para comprobar si los conductores son susceptibles de pasar por caja, en un cariñoso alarde de protección que no superaría ni el propio San Cristóbal. Y eso no es todo. Una reciente encuesta desvela que el 40% de los asistentes a este tipo de banquetes se ha arrepentido alguna vez de su comportamiento (generalmente patrocinado por alguna bodega) ante sus jefes y compañeros. Así que tenga cuidado con lo que hace y dice en su cena de empresa, no sea que, además de ponerse en ridículo ante todo el salón de celebraciones, acabe usted publicado en las redes sociales con una melopea del quince, o se convierta en la comidilla de los despachos al recordar sus chistes balbucientes o sus comentarios rijosos. Toméselo como una prolongación de la jornada laboral y no diga que eso de que está usted mejor cenando en casa. Recuerde que en Navidad los langostinos llevan suegra.
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