Jubilados ante la obra

Javier Adolfo Iglesias
00:38 • 10 dic. 2020 / actualizado a las 07:00 • 10 dic. 2020

Peligro: Jubilados ante una obra! Un grupo de  pensionistas españoles se ha convertido en la mayor amenaza para el CESID, el CNI, la CNN y el Estado que resiste en este loco país. La escena es tan surrealista como esta otra en la que uno de estos hombres dijera  sobre una mujer que “la azotaría hasta que sangrara” y encima acabara de vicepresidente de derechos sociales del gobierno de uno de los países más antiguos del mundo.   


¿Por qué las barbaridades dichas por un militar jubilado en un chat de internet  han llegado a los principales titulares de algunos prestigiosos medios de comunicación? Más aún cuando ni siquiera la frase se lanzó a un foro público.


Para darle un poco más de consistencia a esta filtración tan tremenda, algunos medios han asegurado que enviaron una carta al Rey (no aclaran si el Rey la recibió siquiera).  



¿Piensas querido lector que soy ingenuo o frívolo al no tomarme en serio la afirmación tan horrorosa de un tipo en los últimos años de su vida que quiera fusilar a 26 millones de personas? No, no lo soy. 


Me horroriza tanto como a ti el desprecio de la vida, la falta de respeto a las ideas del prójimo, la zafiedad y la mala educación. Amo la democracia que permitió que mis padres votaran por vez primera en sus vidas y que mi abuelo lo volviera a hacer después de que casi lo llevaran al paredón de fusilamiento. Aprecio el esfuerzo moral e intelectual de aquellos antiguos enemigos del 36 que se sentaron a pactar la Constitución que ha permitido el mayor periodo de prosperidad que ha vivido España en siglos.



 

El ruido de sables es tan probable hoy como que vuelvan a triunfar las películas de destape o que nos vuelvan a hacer reir  los chistes de gangosos de Arévalo en la cassete del coche. La entropía, el recorrido irreversible del tiempo, también afecta a las cosas humanas, incluidos los militares. Hace ya algunos años que el mortecino para la inteligencia ruido de las redes sociales sustituyó al ruido de sables, patrimonio casi nobiliario del decimonónico ejército español, a derechas e izquierdas.  



Entiendo y respeto que haya gente muy sensible por experiencias familiares pero no hay más razón para preocuparse por ese comentario privado de un militar jubilado que la de preocuparse de igual manera por un comentario semejante de un vicepresidente del Gobierno sobre las nalgas de una mujer


Si prohibimos, apostemos seguro. De niño me fascinaba e inquietaba la distinción de los curas entre pecado de obra y pecado de pensamiento. Propongamos prohibir todos los pensamientos inmorales, obscenos, violentos, salvajes, crueles que pasen por nuestra cabeza. Hoy día nuestra mente con  sus oscuros y violentos recovecos está abierta en canal sobre ceros y unos volando de servidor en servidor por el espacio digital.    


Las redes sociales son hoy nuestro inconsciente donde vomitamos el vertedero de nuestro yo. Madres amorosas desean la muerte de un niño al que le gustan las corridas de toros; simpáticas mujeres dejan la sororidad a un lado para desearle una horrorosa violación a la político que detesta. Por mucho que constate el impulso autodestructivo de algunos españoles, me parece tramposa  -como a Popper- la teoría de Freud que postula un terreno ignoto llamado ello que aflora a hurtadillas o a borbotones. Yo nunca creería que Pablo Iglesias quisiera de verdad azotar a una mujer hasta que sangrara, ni que quisiera amordazar a los jueces, o someter a  los ciudadanos libres a una lengua determinada. 


Me parece muy sospechoso que los días en los que el vicepresidente y el conglomerado autodestructivo del que presume ser líder salen en tromba y a cara destapada a decir que quieren tumbar la Constitución y echar al Rey los jubilados sean la máxima preocupación.  


Cuando el “ruido de sables” era, más que ruido, sangre que vertía ETA para provocar un golpe de Estado, éste sí ocurrió de verdad el 23-F. Los herederos políticos de aquellos terroristas no solo no se han jubilado sino que están muy cerca de los cimientos del Estado que quieren destruir, y esto lo dicen sin chats ni cartas, en las tribunas públicas, y avalados por el vicepresidente  Pablo Iglesias. 


 Ahora que la RAE lo ha convertido en un adjetivo oficial, el pasado día 6 vivimos una escena berlanguiana, como la del casamiento del pobre moribundo en Plácido. La Constitución rodeada de variopintos personajes que le animan a soplar las velas con la esperanza secreta de que se quede sin aire para siempre.  Vuelvo a mi analogía inicial y vemos de nuevo a los jubilados ante la obra. Esta es muy extraña, va hacia atrás, se está deconstruyendo, demoliendo, tirando un pilar maestro tras otro y los jubilados callan extrañamente en esta ocasión.


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