Inocencio Arias
01:00 • 27 dic. 2011
Este sábado, algo insólito, Moscú vio la repetición de la manifestación contra Putin que se desarrolló a principios de mes para protestar por unas elecciones legislativas aparentemente cocinadas que dieron el triunfo a Rusia Unida, el partido de Putin y Medvedev. Ahora, la asistencia, a pesar del frío, ha sido mayor, unas 80,000 personas , número respetable si tenemos en cuenta que desafiaban al todopoderoso y que en el país la costumbre de manifestarse contra el gobierno es prácticamente desconocida.
El partido de Putin tuvo una bajada llamativa, perdió 77 diputados, con respecto a las elecciones anteriores aunque haya sido claramente el más votado. Se cree, sin embargo, que las cifras son falsas , que si las elecciones no hubieran sido falseadas, burdamente, en algunos casos, el desplome sería mayor. Los observadores detectaron pucherazos en diversas circunscripciones desde falsificar resultados hasta comprar votos, engordar las urnas con papeletas del partido en el poder…. Algún observador extranjero concluye que los fraudes han sido masivos. Los procedimientos que el poder ruso utiliza para influir son tres, la neutralización y desprestigio de los rivales conocidos, el pucherazo y una televisión al servicio del Kremlim. La prensa sería menos dócil pero en Rusia su influencia es muy inferior a la de la caja tonta. En la manifestación del sábado se pidió la anulación de las elecciones y la marcha de Putin. Gorbachev, por su parte, aunque con escaso eco en su país, ha manifestado que se averguenza de haberle votado hace años. La perspectiva de que se eternice en el poder hasta el año 2024-va a ganar las elecciones de marzo y seis años más tarde maniobrará para ser reelegido- abre las carnes de muchos demócratas. La posibilidad de que sea derrocado en la elección presidencial es casi nula pero las ruidosas manifestaciones de este mes han debido alterar la calma de un hombre autoritario, anclado un tanto en la guerra fría y acostumbrado a que le obedezcan.
Su primera reacción ha sido culpar a Estados Unidos. Bastó que la señora Clinton expresara serias preocupaciones sobre las elecciones indicando que el voto no parecia haber sido libre con arreglo a nuestros patrones para que Putin dijera que la Secretaria de Estado estaba instigando las protestas callejeras. La acusación sonaba a falsa pero estaba basada en dos firmes creencias de Putin, el está ungido para dirigir a Rusia, su eminencia gris Sourkov ha dicho que "Dios y el destino lo han enviado a Rusia", y Estados Unidos y algunos países occidentales poseen una fijación: debilitar a Rusia. Putin tiene aún un envidiable 45% de aceptación, el descontento, sin embargo, es real. No sólo porque el Internet, los viajes, los móviles han abierto el panorama político de los rusos sino por el cambio en la situación económica. Hasta el 2009 el crecimiento de Rusia, basado principalmente en el petróleo, era espectacular y se comentaba que había un acuerdo tácito por el que los ciudadanos mejoraban su nivel de vida y a cambio no incordiaban. Pasotismo por mejores ingresos. La caída de la producción, la crisis y la difusión de numerosos casos de corrupción(Rusia es el país 143 en la lista oprobiosa de corrupción mundial) de amiguetes del Krenlim ha alterado el horizonte. Los descontentos empiezan a hablar, gritar y echarse a la calle. La reacción de Putin llamando "monos" a los manifestantes de principios del mes ha echado algo más de leña al fuego. La situación no va a cambiar a corto plazo. Un opositor de Putin, Valery Panyushkin, escribe que la oposición no participa verdaderamente en las elecciones, que se le ponen toda clase de trabas. Los partidos que acudieron a las últimas, Yabloko, una Rusia Justa y los comunistas, estarían domesticados, serían colaboracionistas que nunca se enfrentarán verdaderamente a Putin. Otro comentarista sostiene que a alguno de los líderes de esta oposición le aterraría tener un resultado cercano al del líder actual por temor a represalias.
Lo que sí ha cambiado en estas fechas es la percepción externa e interna. Para bastantes
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