El rosco de la vida

Javier Adolfo Iglesias
23:54 • 27 ene. 2021 / actualizado a las 07:00 • 28 ene. 2021

El martes se vivió en miles de hogares españoles un pequeño drama personal y familiar por la despedida de una persona. Dijo adiós alguien que ha estado presente en nuestras casas casi a diario a través de la televisión. Tras consumarse, miles de personas le lloraron en redes sociales. 


Si piensa usted que me estoy refiriendo a Salvador Illa  se equivoca tres pueblos, pese a estar confinados perimetralmente. Estoy hablando de Luis de Lama, un madrileño guardia civil de tráfico que aparecía de lunes a viernes en el televisor de casa desde el 24 de septiembre y que el martes abandonó su competencia en Antena 3 con Pablo Diaz por saber quién sabe más palabras.


Eso es Pasapalabra, un concurso diario, que en su tramo final y más importante consiste en intentar rellenar “un rosco” con las palabras que corresponden a 25 letras del alfabeto, del que excluyen injustamente la ‘k’. El presentador lee en orden y con cierta rapidez las definiciones, para que  el concursante responda además contra el tiempo. Pablo y Luis se habían enfrentado 84 veces, consiguiendo que el suyo sea el duelo más prolongado de este programa con 30 años de emisión. 



Los dos han convertido este duelo en un clásico de la rivalidad,  algo así a lo que significaron en otros terrenos las parejas Coe-Ovett, Joselito-Belmonte, Nadal-Federer, Anquetil-Poulidor, Lennon-McCartney, Felipe-Aznar o Messi-Cristiano. 


Los dos han demostrado un gran conocimiento del diccionario, pero Pablo estaba un peldaño por encima. Luis ganó en 20 ocasiones, empataron en 26 y Pablo venció a Luis 38 veces. 



El contrapunto de sus dos diferentes personalidades ha hecho que este duelo vaya más allá de un simple entretenimiento televisivo o un concurso de conocimientos. Como las grandes cosmogonias, como la lucha del Bien contra el Mal o de Esparta contra Atenas, este duelo ha dividido a los españoles, porque los dos concursantes han mostrado distintas formas de ver y afrontar el concurso y la vida. 


Pablo Díaz es un violinista de 22 años, profesor de música tinerfeño y estudioso de este programa desde hace años. Su brillantez en conocer palabras es tan evidente como su obsesión por ganar. Como si se tratara de un fan de Eurovisión, se conoce registros, fechas y nombres de sus antecesores y no ha tenido pudor en anunciar a cámara que un día concreto iba a superar un récord determinado. 



Díaz exhibe un conocimiento apabullante de palabras, no solo de las que podemos usar el resto de humanos sino de las referidas a técnicas de orfebrería del siglo XVI o de la geografía de Panamá


Sin embargo, sus saltos y gestos jactanciosos, su afán por la estrategia, sus aplausos a si mismo, sus caras de estupor tras cometer un fallo como si no fuera posible, todo esto y más se puso en evidencia cuando llegó Luis como nuevo rival. 


Mayor que él, Luis de Lama exhibía naturalidad, buen encaje al fallar, gracia natural, humildad, espontaneidad y cierta caradura simpaticona. Luis se va, la gente le llora y ahí queda el pequeño Pitagorín para el que el rosco es la vida.  


Pero la vida sigue y no parece un concurso para quien aún la tenga. En pleno repunte de la pandemia tras el verano veía Pasapalabra antes que el excelente informativo de Vicente Vallés, en el que jamás se ha disimulado el número de fallecidos diarios por el coronavirus. Informativo donde también salen políticos que se toman la política como Pablo el rosco, como una competición en la que le va la vida. Son ‘políticos Pablo’, histriónicos, ultracompetitivos y estrategas que aman el poder por el poder. Pero la política no debería ser eso, se hizo para mejorar la vida, al igual que el dinero o la diversión. El dinero por el dinero o la diversión por la diversión no tienen sentido. 


Eso es lo que había tras este duelo. Luis de Lama nos ha  mostrado durante semanas que se puede vivir con pasión pero sin obsesión. Al igual que el lenguaje no son solo palabras acumuladas, la vida es tan compleja que hay que tomársela con humor. Porque al final, la vida es como el rosco de Pasapalabra, que acaba donde se inicia. Sonríamos entretanto.


Temas relacionados

para ti

en destaque