Si hace una semana les contaba el paseo que el presidente de la Junta de Andalucía se había dado por Jaén para ver cómo habían quedado unas obras –evitando, de paso, rendir cuentas de su gestión de la pandemia en el Parlamento de Andalucía–, esta semana nos ha tocado a los almerienses recibir otra de sus visitas turísticas. Moreno Bonilla, como ya sabrán, estuvo el pasado jueves en El Ejido, de visita en una empresa hortofrutícola, y su apretada agenda no le dejó tiempo para nada más: el presidente andaluz se hizo fotografiar con cajas de pimientos al fondo y se fue como vino, con la maleta vacía.
Podía haber aprovechado para anunciar lo que todos esperamos: el refuerzo del sistema sanitario almeriense con más profesionales. Los que tenemos actualmente llevan ya muchos meses trabajando por encima de sus posibilidades y, a la vista de las cifras que presenta la pandemia, no son suficientes para el aluvión que se nos ha venido encima.
Moreno Bonilla también podía haber aprovechado su visita a Almería para anunciar la reapertura del hospital de la Cruz Roja, que permitiría contar de manera inmediata con nuevas camas hospitalarias. En otras provincias andaluzas, el Gobierno de PP y Cs no ha dudado en poner en uso antiguos hospitales para hacer frente a la pandemia. En Almería, sin embargo, se niegan por activa y por pasiva a dar marcha atrás, con el silencio cómplice del alcalde.
Moreno Bonilla también podría haber aprovechado su viaje hasta tierras almerienses para sentarse con los sectores que están viviendo momentos muy duros por los cierres derivados de la elevada incidencia del coronavirus. Actualmente son 47 los municipios de la provincia que han tenido que cerrar su actividad no esencial, lo que está suponiendo un trago muy amargo para los comerciantes y hosteleros. El presidente de la Junta, como digo, podría haber aprovechado para sentarse con ellos y anunciarles, de una vez por todas, el plan de rescate que llevan meses pidiendo.
Moreno Bonilla podría haber hecho todas esas cosas el pasado jueves, pero prefirió pasar de largo. Ni una palabra tuvo para el personal sanitario, más allá de los consabidos mensajes de ánimo. Tampoco quiso el presidente pisar la capital, quién sabe si por vergüenza o para no hacérsela pasar al alcalde. A la vista de lo sucedido, tampoco hubo tiempo para escuchar lo que piensan los comerciantes y los hosteleros ni para anunciarles medidas dignas que remedien la dificilísima situación que están viviendo. Definitivamente, Moreno Bonilla no está a la altura y, cuando un presidente empieza a hacer visitas de tapadillo, es porque ya lo sabe o, al menos, lo intuye.
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