Jose Fernández
19:17 • 28 dic. 2011
Uno de los legados más absurdos de ese zapaterismo sostenedor de coros y danzas editoriales es, probablemente, la existencia de comités o sanedrines impulsores de un discurso tan lleno de consignas pluscuamperfectas como vacío de resultados efectivos. No entraré ahora en si el nuevo Gobierno debería proceder a la demolición de tanto chiringuito o limitarse a cortarles el grifo subvencionador del que vivían. En todo caso ahí están ellas y ellos, inasequibles al desaliento, prescribiendo y proscribiendo lo que a ellas y ellos se les pone en el gorro o en la gorra. La más reciente aparición de este colectivo vigilante la hemos tenido a raíz del asesinato de una mujer a manos de su marido en Roquetas de Mar. Significativamente, el relieve informativo del hecho no ha estado tanto en lo abyecto e injusto de este nuevo crimen, sino en que la nueva ministra no se ha ajustado a las directrices del discurso políticamente correcto en la nota de prensa con la que condenó esta muerte, ya que en ella se hablaba de "entorno doméstico" en lugar de "violencia machista". No me digan que no resulta un sarcasmo que se critique más duramente a una política por no decir lo que estos intransigentes quieren que al miserable que le pega dos tiros a su mujer. Pues así estamos o hasta este punto de idiotez colectiva hemos llegado. ¿Acaso el cómo se habla puede ser más importante que el cómo se muere? Cuando preocupan más las fórmulas con las que expresamos el natural rechazo a una conducta criminal que las razones que determinan esos crímenes, creo que hace falta ser muy torpe para no admitir que las cosas se han estado haciendo rematadamente mal.
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