Un amigo se queja de que cada vez ve menos comentaristas independientes en los medios de comunicación. Le digo que eso no es nada nuevo, pero que ahora resulta más visible debido a la polarización política.
Eso sucede tanto en los medios públicos como en los privados. En los públicos, la presunta asepsia informativa de la Administración queda absorbida por el interés del Gobierno de turno, sea central, autonómico o local. Así que el tema de la independencia no es cuestión de la propiedad de los medios; al menos no en exclusiva.
Son demasiados intereses en presencia y cada vez los informadores o los opinadores se sustraen menos a ellos. El viejo dicho popular de que quien paga manda se cumple indefectiblemente sin necesidad de que el pago sea necesariamente en metálico. Los favores, ya sean políticos o no, las influencias, los sobornos en especie,… son la moneda de pago más corriente en la corrupción informativa.
El panorama se ha ampliado a medida que se ha producido la crisis tanto de lectores de medios tradicionales como de la publicidad y el aumento a su vez de redes audiovisuales y digitales presuntamente gratuitas. Por principio, hay que desconfiar de esa gratuidad, ya que alguien siempre las paga, ya sea la Administración con nuestros impuestos, ya sea la publicidad encubierta en los medios privados.
El remedio, no por difícil es menos conocido: es preferible que pague por la información el receptor de la misma que no otros intereses torticeros. Y eso, además, puede multiplicar los medios de comunicación, ya que ésta será más libre cuantas más opciones haya y no dependan del interés de unos pocos sino de la mayoría de ciudadanos.
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