Nombrar y destituir ministros es potestad exclusiva de los presidentes del Gobierno cuando no están hipotecados por pactos como es el caso de Pedro Sánchez y su coalición con Podemos. Quiere decirse que su discrecionalidad para introducir cambios en el Gabinete está menguada por los acuerdos a los que en su día llegó con Pablo Iglesias para fijar en cinco las carteras ministeriales que correspondían al partido morado, una de ellas con rango de vicepresidencia.
De esa servidumbre se desprende que en el proceso de reflexión para llevar a cabo un reajuste ministerial que se da por cercano, de las veintitrés carteras que componen el Gabinete sólo quedan al arbitrio presidencial las diez y ocho restantes. Con el matiz de que en algunas de las cinco que corresponden a Podemos, Sánchez podría pactar algún cambio de personas. En ese caso, las piezas a sustituir podrían ser Alberto Garzón, ministro inane y Manuel Castells, ministro de gestión errática.
Respecto del resto del Gabinete, los candidatos al relevo superan la docena. Empezando por la señora González Laya, cuya actuación al frente de Exteriores nos deja enquistado un conflicto con Marruecos que obligará a su sustituto a hacer horas extras. Otro candidato al relevo -por lo irrelevante de su gestión- es Pedro Duque, una persona cercana y afable al que el día a día del Ministerio de Ciencia se notaba que le aburría. Aburrida también ha sido la gestión de Rodríguez Uribes al frente de Cultura, ministerio que si Sánchez decide volver a fusionar con Educación podría mandar a casa a la señora Celaá, más que abrasada en su polémica gestión.
Pese a las duras críticas de la oposición a la labor de Grande Marlaska al frente de Interior o al ministro Campo en Justicia, parecen candidatos a seguir. Lo mismo que la ministra de Defensa Margarita Robles, la más valorada del Gabinete junto a Yolanda Díaz, la vicepresidenta y ministra de Trabajo.
El destino de Carmen Calvo -enfrentada a Iván Redondo y a Irene Montero- ofrecerá una pista acerca de los planes de Pedro Sánchez en relación con Cataluña pues podría ser sustituida por Miquel Iceta. El caso de Montero, dada la génesis de su presencia en el Gobierno, se da por seguro que seguirá.
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