Portugal, como presagio

Antonio Casado
07:00 • 06 nov. 2021

El Frankenstein que lidera Pedro Sánchez en España sobrevive a la “jerigonça” portuguesa que hasta hace cinco minutos lideraba el también socialista, Antonio Costa. Dos frentes de la izquierda ibérica con desigual fortuna frente a la prueba de los Presupuestos del Estado. Allí ha colapsado la sindicación (socialistas con “Bloco” y comunistas) con la consiguiente convocatoria anticipada de elecciones, pero aquí la misma sindicación, o muy parecida (socialistas con Podemos, comunistas y nacionalistas) acaba de derrotar a las enmiendas de totalidad, que era su primera gran prueba del paso del proyecto de ley por el telar parlamentario.



El paralelismo es inevitable, a pesar de dos diferencias no decisivas en el desenlace. Una, el componente territorial aportado por los nacionalismos periféricos en el caso español. Y otra, que el botón de la disolución de la Legislatura y la llamada a las urnas en Portugal es una competencia del jefe del Estado, no del presidente del Gobierno como en España.



Por lo demás, este tipo de coaliciones están sometidas al mismo ciclo vital de las personas físicas y jurídicas: nacen, crecen y mueren. Si el buen rollo de la izquierda se ha terminado en Portugal, después de haber servido de espejo en España mientras duró (seis años), también puede terminar en España. Antes o después, le ocurrirá al espacio Frankenstein, como le ha ocurrido a la “jerigonça” portuguesa y antes le ocurrió a la “grosse coalitionen” alemana (socialdemócratas y democristianos).



¿Cuándo? No antes de que haya ruido de urnas (territoriales de mayo de 2023). Lo digo como precisión respecto al reciente conflicto de vicepresidentas (Calviño y Díaz), visto por algunos analistas como el presagio de una eventual ruptura entre el PSOE y UP. El riesgo de ruptura no ha existido en ningún momento. Ni siquiera cuando Sánchez tuvo la necesidad de aparentar que quería apagar un fuego llamando a capítulo a sus vicepresidentas, Calviño y Díaz, para que no regalasen a la oposición una disputa pública por cuenta de la reforma laboral.



Así que, de momento, el espacio Frankenstein goza de buena salud y Sánchez sigue adelante con dos problemas más en estado de aplazamiento. Derrotadas las siete enmiendas de totalidad a los PGE 22 y apaciguada la bronca doméstica con el socio (Unidas Podemos), el presidente del Gobierno se muestra convencido de que agotará la legislatura y no habrá elecciones antes de 2023.



Sin embargo, no cesa el ruido mediático que cabalga sobre el supuesto de que UP quiere apropiarse de la bandera social mientras Yolanda Díaz se adorna como la venidera líder a la izquierda del PSOE. Pero el verdadero reto de Sánchez no es cumplir con UP, sino con Bruselas. Y ahí estamos.





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