Diez días de enero de 2022, solo diez, han servido para anunciar el frenético año que se nos viene encima. En Estados Unidos, en el primer aniversario del asalto al Congreso inspirado por la estrategia golpista de Donald Trump, se han escuchado palabras inquietantes sobre la solidez de su democracia. Biden recriminó a Trump por su alocado intento de subvertir el resultado electoral, que hasta sus hijos intentaron parar sin éxito. El ex presidente Jimmy Carter ha advertido con gravedad que teme “un enfrentamiento civil” en su país. Palabras mayores. Mientras, crecía la tensión en la frontera entre Ucrania y Rusia y el secretario general de la OTAN teme un estallido bélico que no dejaría a la Alianza Atlántica al margen. Ni a la Unión Europea muda; véase el reciente viaje de Josep Borrell a la frontera de la tensión.
Putin tiene en una mano la llave del gas que consume media Europa y, en la otra, el mando del poderoso ejército ruso, aún despechado por la disolución de la Unión Soviética. Soldados rusos han entrado en Kazajistán para reforzar a su gobierno dictatorial (Kazajistán el segundo país clave en las criyptomonedas). Silvio Berlusconi, con condenas fiscales y morales ratificadas, quiere ser presidente de la República Italiana. Solo Mario Draghi, el actual primer ministro, le puede cortar el paso mientras Macron aspira a renovar su presidencia en primavera y ha abierto en Francia una agria batalla contra los no vacunados. Animando del debate, Australia no abre la puerta para que Novak Djokovic entre a disputar el Open, pero una ministra francesa lo invita a jugar en París. Como se ve, entre los no vacunados también hay clases.
Frente a ese panorama sombrío, el presidente Pedro Sánchez trata de decirnos que en España no estamos tan mal. Los datos positivos son obviados por una parte de los medios de comunicación que no informan de que el desempleo retrocede; o que, a pesar de todo, se han aprobado en el Congreso 47 leyes en dos años (más que en cuatro años de Rajoy); o que han comenzado a llegar las ayudas europeas y que con los Presupuestos del Estado aprobados se puede entrar en uno o dos años de estabilidad para la recuperación económica. Sánchez quería decirnos eso pero los medios, las redes, la oposición y algunos dirigentes socialistas también, se pusieron a debatir sobre cerdos y macrogranjas dañinas para el medio ambiente que degradan la España despoblada.
Este Gobierno -ya lo advertimos- tiene siempre de guardia a un “ministro metepatas” que contraprograma al Presidente. En la conmoción por la erupción del volcán de La Palma, la titular de Turismo vendió que las “maravillosas imágenes de la lava” serian atractivo irresistible para visitantes. Y ahora el titular de Consumo, Alberto Garzón, se ha descolgado con una crítica a las macrogranjas, que tiene sentido abrirlo en España porque es debate movilizador en varias provincias -pregunten, por ejemplo, en Soria- pero que no había que llevarlo a The Guardian. Garzón no tiene el don de la oportunidad, aunque lleve razón en buena parte de lo que dice, según destacan las Mujeres Ganaderas y varias organizaciones agrarias. Otras lo crucifican. Ni don de la oportunidad, ni del tiempo, con elecciones en Castilla y León el 13 de febrero.
Si los primeros diez días del año han dado para tanto, en España, en cualquier país y en el mundo, piensen dónde estaremos el día cien. Todo sucede cada vez más rápido y con mayor virulencia. Vértigo.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/229160/diez-dias-de-enero-que-anuncian-un-2022-frenetico