De momento, que uno sepa, no es obligatorio ser partidario del capitalismo salvaje, como tampoco se necesita ser comunista para deplorarlo. Así pues, el hecho de que un comunista, cual es el ministro de Consumo, Alberto Garzón, denuncie el sindiós de las macrogranjas y de la ganadería intensiva, acabada expresión del capitalismo más desatado, no invalida la sencilla verdad que cualquiera puede ver con solo abrir los ojos, la de que semejante forma de producción alimentaria conduce a la ruina. A la ruina del medio ambiente, de la supervivencia de la ganadería extensiva y familiar, del entorno social, del buen trato debido a los animales, y del paladar.
El célebre antropólogo americano Marvin Harris, creador del llamado “materialismo cultural” mediante el cual abordó el problema de las formas intensivas de producción hasta el agotamiento en las sociedades humanas desde el albor de los tiempos, señaló en su obra “Caníbales y Reyes”, en pocas palabras, de qué va y a dónde lleva la producción capitalista sin tasa: “El capitalismo es un sistema lanzado a un aumento ilimitado de la producción en nombre de un aumento ilimitado de los beneficios. Sin embargo, la producción no puede aumentar de manera ilimitada, y la rentabilidad no puede expandirse indefinidamente. (...) La intensificación de la producción conduce, inevitablemente, a la disminución del rendimiento, y las mermas ambientales también conducen a una disminución de los beneficios”.
Obviamente, quienes defienden el modelo devastador de las macrogranjas, siquiera por la fila que le tienen a Alberto Garzón, no han leído a Marvin Harris. De haberlo hecho, y de haber reflexionado un poco, hasta los más acérrimos partidarios del capitalismo buscarían otra cosa, otra excusa, para atizar a Pedro Sánchez, bien que en la cara de su ministro de Consumo. Se ve que para denostar al Gobierno no valen sus errores ciertos y hay quien necesita presentarse como un defensor del destrozo de la naturaleza, de la producción insostenible y del maltrato animal para hacerlo.
De momento, que uno sepa, no está prohibido ser de izquierdas. Diríase, sin embargo, que lo está, pues cada vez que en España un gobierno de izquierdas hace o dice algo de izquierdas, como por ejemplo que algún ministro critique las demasías capitalistas, parece que el mundo se viene abajo. Otra cosa es que el tal ministro debiera explicarse mejor, hacer un poco de pedagogía, currarse algo más en la práctica lo que solo dice, pero, así y todo, Garzón no ha dicho nada que no sepa todo el mundo, incluidos los que no quieren saberlo.
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