El pacto es una marca de fábrica en el nicho fundacional de cualquier partido político. Sin embargo, la reforma laboral pactada por los agentes sociales con el Gobierno corre el peligro de naufragar por alergia al pacto logrado por la CEOE con las centrales sindicales.
No tiene lógica que la política malogre un consenso alcanzado por los principales actores del crecimiento y la creación de empleo en una economía nacional pendiente de recuperación tras los años de pandemia. Es el interés general el que está en juego, pero las posiciones objetoras de esta nueva regulación del mercado de trabajo demuestran que se anteponen los intereses partidistas.
No hablemos con testigos mudos. Es el caso de los amigos nacionalistas del Gobierno (ERC, Bildu y PNV, básicamente), que bracean por territorializar las relaciones laborales y, sobre todo los que se proclaman de izquierdas y dicen defender a los trabajadores mientras se erigen en suplantadores de los representantes sindicales.
Pero es especialmente injustificable en el caso del PP, porque se reconoce y lo reconocemos como una alternativa de poder. Es antipolítico que entre el partido que gobierna y el que aspira a gobernar falte identidad de criterio respecto a la regulación del mercado laboral, en tanto que se trata de una herramienta clave en la recuperación económica del país.
Estos son los vientos que soplan en vísperas del paso de la reforma laboral por el telar parlamentario. La cita es el próximo jueves en el Congreso de los Diputados y la tarea consiste en convalidar el decreto que contempla esta nueva normativa de las relaciones laborales.
Sobre la cita del jueves plantean dos sombras de muy desigual valoración. La primera es un posible fracaso de los esfuerzos de la vicepresidenta, Yolanda Díaz, por un lado (trata de ganar el apoyo de ERC y Bildu) y el ministro Bolaños por otro (trata de convencer a Ciudadanos y una recua de partidos menores). Y la segunda, consecuencia de la primera, es que el fracaso de Yolanda Díaz en ese empeño haga saltar por los aires el “bloque de investidura” que sostiene el llamado Gobierno Frankenstein.
El comentarista no tiene dudas. Creo que no se va a frenar la reforma ni se va a romper el extraño alineamiento de Sánchez con populistas de Podemos y separatistas de ERC, Bildu y PNV.
Me explico:
Me parece que el bloque de investidura durará mientras dure la “alerta antifascista” que considera un mal menor un Gobierno de izquierdas. Y en cuanto a la convalidación del decreto, la aritmética parlamentaria permite la luz verde este jueves con o sin los votos de los amigos nacionalistas del Gobierno. Son prescindibles en la vigente orografía parlamentaria.
Es mi apuesta personal.
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