Cuando Juanma Moreno tomó la decisión de nombrar a Ramon Fernández-Pacheco portavoz del PP andaluz quizá desconocía (o tal vez no) que su elección abriría un interrogante inevitable sobre su continuidad como candidato a la alcaldía. El antecedente de Almeida en Madrid avalaba la compatibilidad de los dos puestos y, al cabo, la portavocía exige un esfuerzo adicional asumible.
Han pasado meses desde entonces y nadie duda que Ramón volverá a ser el candidato. Así se lo dijo a Lola González en una entrevista en este periódico y así lo aseguran con determinación en el entorno de San Telmo. “Nadie ha barajado la posibilidad de que no vuelva a ser el candidato”, me aseguraba una de las personas con más poder de decisión en la estructura del PP andaluz hace apenas unos días en una sobremesa de confidencias en Sevilla.
Pero despejada la duda con la que algunos han especulado, es preciso intentar despejar los porqués que se esconden detrás de su nombramiento como portavoz. Como canta la copla Los porqués de ese por qué hay que encontrarlos en la personalidad del alcalde, su posicionamiento en la estructura orgánica del partido y en la geografía política sobre la que Moreno Bonilla ha construido el gobierno andaluz y el partido que lo sostiene. Tres condicionantes distintos y un solo objetivo verdadero: consolidad el poder del presidente para los próximos cinco años.
Un mal acuerdo
Las personalidades del presidente y del alcalde tienen numerosos escenarios de coincidencia. Moderados en las formas, cercanos en la edad, incómodos en la conspiración permanente y cómodos en la gestión de las relaciones con la oposición. Los dos fueron elegidos por el Partido sin haber exhibido aspiración alguna o intrigado con maniobras orquestadas desde la oscuridad de las luchas internas. Soraya Sáenz de Santamaría y Javier Arenas optaron por Moreno; Gabriel Amat y Luis Rogelio, por Pacheco. Los dos han llegado a pactos importantes con la oposición. El presidente con el PSOE y Podemos; el alcalde con Pérez de la Blanca y con la concejal de Podemos. Los dos prefieren un mal acuerdo a un buen pleito y, en cuanto a sus aspiraciones políticas, sus objetivos están cumplidos. De momento.
La posibilidad de que el alcalde de Almería alcanzara tras las próximas elecciones una segunda consejería ´almeriense´ en San Telmo- la gestión de Carmen Crespo avala su continuidad-, es una hipótesis que ni está ni se le espera. Aunque Moreno hubiese barajado esta posibilidad- que no la ha hecho- la habría descartado antes incluso de concluir el brevísimo recorrido de ese pensamiento: el PP no tiene fondo de armario para encontrar un candidato distinto a la alcaldía de la capital y, lo que es quizá peor, tampoco dispone de mimbres en ese mismo fondo de armario para armar una candidatura con más proyección de la que le está acompañando.
Esta proximidad personal entre los dos se ve acrecentada por la pertenencia compartida en el mismo espacio dentro de las familias del PP. Los dos formaron parte del mismo bando, el de Soraya, que perdió las primarias en segunda vuelta frente a Casado y en aquellos días de inquietante incerteza el alcalde de Almería se posicionó frente a la opción mayoritaria del partido en Almería que, a la orden de Gabriel Amat, se posicionó con Cospedal y, después, con Casado. (Algún día le preguntaré a Amat a quien votó, tras cumplir su compromiso con Cospedal hasta el final, si a Casado o a Soraya). Entre la comodidad de formar parte de un ejército disciplinado y el desasosiego solitario del francotirador, Pacheco y Crespo optaron por la segunda trinchera y esto, en política, no se olvida. Y Moreno no lo ha olvidado.
Como tampoco ha ignorado la pertenencia geográfica a la hora de elegir portavoz. La identidad malagueña no es un crédito que cotice al alza en el centralismo sevillano. Para los hermanos cofrades del gran poder sevillano, tanto de derechas como de izquierdas, todo lo que vaya más allá de Osuna es periferia y más allá de Los Palacios y Almonte, tierra conquistada. En el congreso regional Moreno optó por un portavoz de extramuros, una extravagancia sin duda para las sevillanas maneras de las que siempre hizo gala el PP de hasta entonces, pero una decisión estratégica muy premeditada. Málaga y Almería tienen tanto futuro que recorrer en común como tanta lejanía les separó en el pasado.
El liderazgo de Carmen Crespo al frente de una macro consejería en el Gobierno y la portavocía de Ramón Fernández-Pacheco en el partido les sitúa en dos puestos importantes en el reparto del poder andaluz. Y que Almería tenga peso en la sala de máquinas del partido que gobierna Andalucía es siempre una noticia positiva, pero, a la vez, una exigencia oara quienes ocupan esas posiciones.
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