Me impresionó ver que, cuando la ministra de Defensa, Margarita Robles, se aprestaba a responder a las preguntas, incómodas ciertamente, de varios diputados sobre el caso ‘catalanGate’ en la sesión del control parlamentario de este miércoles, el presidente y las vicepresidentas abandonaron sus escaños azules para marcharse. Atendiendo sin duda a cuestiones urgentes, pero sin duda aplazables los diez minutos que Robles tardó en despachar su batalla con los representantes de la oposición. Claro que no creo que Pedro Sánchez esté maquinando --la especie se lanzó este miércoles en una radio importante-- para deshacerse de Robles. Pero creo también que la patentemente nerviosa titular de Defensa, la ministra mejor valorada del Gobierno --más que el propio Sánchez--, hubiese merecido algo más de apoyo público, además del indudable respaldo privado en el duro trance que le está tocando pasar.
Daba la impresión de que la (aparentemente) frágil Robles se quedaba sola en el circo romano con los leones, algunos de ellos, los más feroces quizá, representantes del partido coaligado con el PSOE en el Gobierno. Se ha convertido en el principal blanco, la enemiga número uno, de Podemos y, por supuesto, también de los otros partidos, independentistas, que sustentan por ahora -veremos este jueves si respaldan el decreto de medidas económicas_al Ejecutivo. Robles, que no tiene carné del PSOE, que sigue teniendo mentalidad de magistrada y el valor probado de una larga trayectoria en el servicio público, no escondía este miércoles su irritación no solo ante los dardos de los independentistas que se sienten espiados por el CNI que de ella depende, sino, más bien, ante el fuego amigo.
Ella representa justo lo contrario que el ideario ‘de máximos’ de Unidas Podemos marca: ella defiende la Monarquía y las posiciones atlantistas en esta coyuntura, la exaltación de los valores militares y la sintonía con ese sector económico del Gobierno que tanto Podemos como los más radicales en el independentismo aborrecen. Curiosamente, desde las bancadas de la oposición conservadora se evitó este miércoles incidir en los ataques a la actuación del CNI. Que ya tendrá tiempo de explicarse, por boca de su desconocida directora, cuando se constituya la comisión de investigación correspondiente para tratar sobre un asunto incuestionablemente pringoso y cuestionable como es el control telefónico indiscriminado a quienes simpatizan con causas no adscritas al Sistema. Vemos, así, que los sectores conservadores y moderados respaldas a Robles, mientras que los situados en posiciones de izquierda radical la atacan. ¿Y Pedro Sánchez?
Estoy seguro de que Sánchez la respalda, pero creo que lo menos que se hubiera podido pedir al presidente en esta sesión de control era que se hubiera quedado unos minutos más para aplaudir las necesariamente ambiguas respuestas de la ministra a las preguntas de esos que precisamente abominan del Sistema, como la CUP o Junts. Echamos de menos ese aplauso presidencial. Y el de las vicepresidentas, igualmente urgidas por otros menesteres, también.
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