Juan José Ceba
22:16 • 03 mar. 2012
Desde hace años se viene fraguando, desde adentro, y desde muchos sectores descontentos de la sociedad, una fuerte contestación, sobre las formas y los fondos de ciertos periodismos, desprovistos de los principios esenciales que son propios a una alta acción de dignidad. Para Gabriel García Márquez “la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre el periodismo como el zumbido del moscardón”. Sería deseable una revolución de fondo, en este tiempo en que cambian y se configuran nuevas maneras de periodismo y de inmediatez de la noticia; en que cada persona, con su ordenador, su teléfono móvil o su cámara digital, es testigo de cuanto ocurre en el momento y se convierte en corresponsal libre de los hechos que pasan. Nos ha sido dada el alma de una gran transformación del mundo. Urge que, el periodismo, vuelva a la lucha abierta a favor de la dignidad, de donde jamás tenía que haber salido (y que mantienen, con una resistencia tenaz, una valentía y un riesgo constante, tantos profesionales que cada día engrandecen la vida y los derechos de las gentes).
Hay que estar en la calle, en los barrios, en los suburbios, en los arrabales; allí donde se agita la conciencia crítica; donde las angustias y las heridas buscan su sol reconfortante, sin encontrar respuesta; donde se amontonan los olvidos, desprecios y abandonos; donde la existencia y el límite candente de la muerte, a diario, rozan las zonas del milagro inexplicable. ¿Qué hacen los medios por nosotros?, pueden interrogarnos incontables familias despojadas de todos sus derechos; ¿cuántas veces vinieron por aquí para escucharnos, para mirarnos con respeto y limpieza a los ojos, para saber de los sones del corazón en las horas del drama? ¿Qué periodismo es este, que le da vuelo de continuo a la infamia y a la ofensa, a causa de la insalvable pobreza en que nos debatimos?
La inexistencia de las otras criaturas, las borradas, las que no cuentan para tantos medios -salvo para crucificarlas en las horas amargas- es una de las ignominias visibles de un periodismo ruin y amaestrado. Por contraste, políticos analfabetos e ignorantes, que nada dicen y nada aportan a una sociedad que aspira al crecimiento, llenan a diario con una carga en profundidad de estupideces la mayoría de los medios. Es el espectáculo de un sometimiento y una propaganda de una comicidad esperpéntica.
Mientras, casi nada sabemos del cirujano que salva vidas, del científico que investiga, del librepensador que ilumina, de los grupos que pugnan por salvar el planeta, de quienes dignifican el sueño de la infancia, o ponen su mirada de ternura, con el poema que calienta los adentros helados e inconsolables de la humanidad.
Mientras, casi nada sabemos del cirujano que salva vidas, del científico que investiga, del librepensador que ilumina, de los grupos que pugnan por salvar el planeta, de quienes dignifican el sueño de la infancia, o ponen su mirada de ternura, con el poema que calienta los adentros helados e inconsolables de la humanidad.
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