El cambio climático ya está aquí, con veranos más largos, primaveras recortadas y termómetros disparados. Es asfixiante, se quejan los ciudadanos. Y es más caro, porque se consume más agua y electricidad suplementaria para la refrigeración. Calor agobiante en toda España y “bochorno en Sanxenxo”, ha escrito en Twitter la ex vicepresidenta Carmen Calvo por la visita del rey emérito Juan Carlos I.
Pero hay algo peor que ese sol implacable: las brasas incandescentes de la política en todos los frentes, tanto el internacional como el doméstico. La guerra de Ucrania va para largo y sus consecuencias en la economía se agravan. Es de suponer que Vladimir Putin habrá purgado ya a sus servicios de información que le aseguraban poco menos que un paseíllo de días, o a lo sumo dos semanas, en una Ucrania intimidada por las columnas de tanques rusos. La entereza del presidente Volodimir Zelensky y su eficaz campaña comunicativa, con presencia virtual en los Parlamentos de los países aliados, lidera a una población que no se deja humillar y que ya sueña con ganarle esta guerra a Rusia. “Atención -advierte el general francés Olivier Kempf- porque sobrevaloramos al principio al Ejército ruso, pero no debemos subestimarlo ahora”. Para este geoestratega, con la entrada de Finlandia en la OTAN, Rusia se va a encontrar con 1.300 kilómetros de frontera con la Alianza, algo que no tenia antes de la invasión. Mal negocio. Aún así, apuesta por negociar con Putin en su momento, que cree que no ha llegado todavía. “¿Que es un criminal de guerra y un carnicero? Puede. Pero es el jefe de Rusia y habrá que llegar a acuerdos”, pronostica.
Mientras, en la Rusia cerrada a cualquier crítica bajo férreo control informativo, sorprendieron las declaraciones en un programa de televisión en directo de un analista, Mijail Jodariónok que se atrevió a decir, ante el estupor de sus contertulios, que “la principal deficiencia de nuestra posición político-militar es que estamos en plena soledad geopolítica y, aunque no queramos admitirlo, prácticamente todo el mundo está contra nosotros, por lo que tenemos que salir de esta situación”. Demudada la presentadora del programa, Olga Skabeyeva, por las declaraciones de este coronel retirado, aún fue alcanzada por un misil dialéctico, dada su total militancia putinista: “No hay que tragarse los tranquilizantes informativos (…) La situación, francamente hablando, empeorará para nosotros”.
Empeorará la situación para los rusos, seguramente, pero también para muchos millones de personas en todo el mundo por la amenaza de una inminente hambruna generalizada, si siguen bloqueados los puertos ucranianos por los que se exporta el grano para la harina de consumo humano y el alimento para el ganado. Por un desabastecimiento similar estalló la Primavera árabe. Naciones Unidas advierte de grandes migraciones y violentos disturbios en muchas geografías si no se restablece el suministro de alimentos.
Ese es el ardiente panorama mundial que mezcla guerra, refugiados, retracción económica e incertidumbre. Pero está difícil buscar refugio en la escena doméstica. Las sesiones de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados de España son un aula donde se imparte a diario la asignatura de mala educación y falta de respeto. No hay espacio apenas para el ingenio, la inteligencia creativa, o la ironía, sino que predomina el ruido, la bronca y el enfrentamiento dialéctico. Los propios diputados deberían votar una disposición para impedir que se retransmitan las sesiones por radio o televisión. Saldrían ganando. Ellos y el país
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